El divulgador científico y periodista británico Tony Edwards, ha escrito un libro, The Good News About Booze (Premium Books), en el que desmonta todas nuestras ideas, a su juicio erróneas, sobre el alcohol.
“No hay evidencia científica que soporte la idea de que el alcohol engorda”, asegura Edwards con rotundidad. “Sé que es algo que resulta contrario a nuestra intuición, porque nos han dicho que el alcohol tiene un montón de calorías. Pero es un hecho que el alcohol no engorda”.
En un articulo sobre la opinión de Edwards publicado por El Confidencial, defiende la tesis de otros divulgadores y científicos como Gary Taubes o Richard Wrangham,la idea de que todas las calorías son iguales y todos los alimentos engordan lo mismo está desfasada, y no está apoyada por la evidencia científica.
Esto sin contar que, además, el sistema que usamos para contar calorías falla con la mayor parte de alimentos.
Una idea errónea de largo recorrido
Pocos saben que la forma en que se calculan las calorías de una u otra comida se basa en un método desarrollado por el químico estadounidense Wilbur Olin Atwater a finales del siglo XIX, y apenas ha cambiado desde entonces. Y es Atwater el que, sin tener en cuenta otras variables, asignó al alcohol una enorme cantidad de calorías y le dio la mala fama en lo que respecta a su capacidad para engordar.
Atwater era un destacado miembro del Movimiento de la Templanza, precursor de los prohibicionistas de alcohol en los años veinte y treinta que impusieron la famosa Ley Seca, y aprovechó su investigación para añadir otro aspecto negativo a la bebida.
El alcohol daña al hígado, pero no nos hace engordar si no va acompañado de carbohidratos
Para medir la energía de cada alimento, Atwater se dedicó a quemar los alimentos como si fueran carbón, midiendo la cantidad de calor (o “calorías”) que producía cada uno.
Como es lógico, el alcohol puso a cien el horno donde Atwater hacía sus experimentos, emitiendo enormes cantidades de calor. Y eso es todo. Desde entonces pensamos que el alcohol engorda mucho porque tiene muchas calorías, pero para Edwards eso es tan absurdo como pensar que el carbón engorda.
El sistema de Atwater, explica el periodista británico, “es enormemente defectuoso”, y aún así seguimos utilizándolo como si tal cosa.
“El error de Atwater fue asumir que el cuerpo asimila la energía de la comida de la misma manera que un horno. Y no es verdad”. Para Edwards es evidente, dado la enorme cantidad de estudios científicos que se han hecho al respecto, que el cuerpo no procesa toda la energía del alcohol, por lo tanto, sus calorías no influyen directamente en una ganancia de peso.
El alcohol es malo, pero no porque engorde
Aunque parece una teoría novedosa, Edwards no es para nada el primero que asegura que el alcohol no engorda. El profesor de la Universidad de Harvard Charles Lieber, uno de los mayores expertos en lo que respecta al impacto del consumo de alcohol en nuestra salud, y uno de sus más firmes críticos, llegó a la misma conclusión en los años 90.
El equipo de Lieber, que fue el primero que estableció una relación entre el consumo de alcohol y las enfermedades de hígado, realizó un estudio con 20.000 mujeres de mediana edad con un peso y envergadura similar. Durante 13 años, los científicos analizaron sus hábitos con la bebida. Algunas acabaron engordando, otras adelgazaron y hubo un grupo que llegó a padecer obesidad. Podríamos pensar que las que engordaron más fueron las que más bebían, pero no lo eran. De hecho, las que más habían engordado eran las que menos bebían, y las más delgadas eran las que más empinaban el codo.
No es el único estudio que ha llegado a conclusiones similares. Edwards insiste en que hay docenas de ellos. Pero aún así seguimos pensando que el alcohol engorda. Podríamos dudar del resultado de los estudios epidemiológicos o puramente estadísticos, que sólo se basan en la observación. Como decía el nutricionista José María Ordovás, “de los estudios estadísticos puedes sacar prácticamente las conclusiones que quieras”, pero sobre este asunto hay también investigación de laboratorio.
Dos estudios con ratas, realizados en 2004 y 2008 (por launiversidadFederal Fluminense, de Brasil, y la de Austin, de EEUU, respectivamente) llegaron a conclusiones similares:en roedores con la misma dieta, el hecho de consumir alcohol no tenía ninguna incidencia sobre su peso. En definitiva, como defiende Edwards, las calorías del alcohol no nos hacen engordar.
Lo sentimos, la cerveza sí engorda
En su libro Cómo engordamos y qué hacer al respecto (RBA, 2013), Gary Taubes explica cómo se metaboliza el alcohol que, en su mayoría, se procesa en el hígado. El alcohol aumenta la producción de grasa de éste, lo que puede provocar serios problemas en el órgano, pero no siempre nos hace engordar en otras partes. “El hecho de almacenar estas grasas como grasa o de quemarlas depende de si comemos o bebemos hidratos de carbono con el alcohol, algo que hacemos de forma habitual”, concluye Taubes.
Es por esto por lo que la cerveza, a diferencia de otros tipos de alcohol, sí engorda. Cerca de un tercio de las calorías de una cerveza normal proceden de la malta, un hidrato de carbono refinado que engorda por si sólo y, aún más, cuando actúa junto al alcohol, con el que va de la mano. De ahí la famosa barriga cervecera.
Pero, ¿qué ocurre si consumimos otro tipo de bebidas, y no andamos picando mientras? Según Edwards, que no nos harán engordar en absoluto. Los espirituosos (sin contar el refresco que suele acompañar a estos) y el vino, son según Edward “cero engordantes”. Y a las pruebas se remite.