jueves, diciembre 12, 2024
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Hace un año volcán hizo erupción en La Palma

Santa Cruz de La Palma (España).- Hace exactamente un año, el 19 de septiembre, domingo, a las 15:11, el tiempo se detuvo en la isla de La Palma, en el archipiélago atlántico de las Canarias (España).

En ese preciso instante el suelo se abrió en la zona de Cabeza de Vaca, municipio de El Paso, donde surgió un volcán que le ha cambiado la vida a mucha gente.

Quien más quien menos en esta isla de poco más de 84.000 habitantes recuerda con exactitud qué estaba haciendo entonces.

Y es que hay acontecimientos que se graban a fuego en la memoria, individual y colectiva. Que marcan un antes y un después.

LOS AVISOS DEL VOLCÁN

Avisar, el volcán avisó, pero la velocidad con la que evolucionó sorprendió a todos, incluso a la comunidad científica.

El presidente del Cabildo de La Palma, Mariano Hernández Zapata, y el director del dispositivo de emergencia, Miguel Ángel Morcuende, recuerdan en conversación con Efe que en la mañana del día 19 se reunió el comité de dirección del Plan de Emergencia Volcánica de Canarias (Pevolca).

Este organismo se había constituido porque ocho días antes había comenzado un enjambre sísmico en la zona sur de La Palma, donde se habían contabilizado al menos seis episodios similares desde octubre de 2017.

La diferencia es que esta vez los temblores eran más frecuentes, tenían más intensidad y eran más someros.

Por eso se había empezado a desalojar a las personas con movilidad reducida en las zonas donde supuestamente podía salir el volcán, en Jedey y Las Manchas, y días antes se habían celebrado reuniones con vecinos de esos y otros núcleos para darles indicaciones en caso de ser necesarias evacuaciones de emergencia.

Zapata y Morcuende rememoran que a la conclusión de aquella reunión del Pevolca quedaron en volver a verse por la tarde.

«Los científicos decían que no había indicios suficientes para una erupción inminente», apunta Zapata.

«Quizá no teníamos la consciencia de que estuviera tan cercano» el desenlace aquella mañana, corrobora Morcuende.

¡EXPLOTÓ!

Tanto es así que el presidente del Cabildo fue para su casa en Los Llanos, almorzó «tranquilo» con su familia. Y cuando se disponía a hacer un poco de deporte le llamó su pareja y le dijo: «¡Explotó!».

Su casa da para el volcán, aunque lo primero que hizo fue encender la televisión y al ver las imágenes se dio cuenta: «¡Pero si es aquí!». Se asomó a la ventana y vio una imponente fumarola.

Apenas tuvo tiempo de cambiarse de ropa y «salir volando» para el Cabildo, en Santa Cruz, al otro lado de Cumbre Vieja.

También se marchó a toda prisa Julio César Leal nada más reventar el volcán, pero por otro motivo.

Julio César es el dueño de la quesería Tajogayte, ubicada a apenas 600 metros de la zona de la erupción.

Justo había acabado de ordeñar a sus cabras y escuchó «un rugido debajo de la tierra».

«Eso no se olvida», afirma a Efe. Julio César también se acuerda de que tenía puesta la tele de fondo mientras preparaba la comida y vio que había comenzado la erupción.

Pudo distinguir que era en la zona del Frontón, al lado de su vivienda y de su negocio, y su mujer lo comprobó cuando se asomó a la puerta.

TESTIGOS DIRECTOS

Protagonista de aquella retransmisión del nacimiento del volcán es la periodista de Televisión Canaria Magaly Cáceres, quien acompañada del cámara Braulio Carmona se había desplazado ese mediodía a Caños del Fuego, el centro de interpretación del volcán San Juan (1949).

Ambos se habían instalado en la cubierta del centro para preparar un directo cuando sintieron «una sacudida tan brusca» que el responsable de las instalaciones les indicó que bajaran. Era uno de los terremotos de mayor intensidad que precedieron la erupción.

La redactora cuenta a Efe que pidió a producción que estiraran un poco más el informativo para dar cuenta de que habían sentido «un movimiento brutal».

Y, cuando esperaban a que les dieran paso, se produjo la secuencia que ha dado la vuelta al mundo: ese momento en el que Braulio, el cámara, le avisa, ella se da la vuelta y grita: «¡Directo, directo!».

En ese mismo punto, en los Caños del Fuego, el vulcanólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN) Stavros Meletlidis fue también testigo directo de lo que allí sucedió.

Se había desplazado a La Palma cinco días antes y entre las tareas que tenía encomendadas estaba la búsqueda de una ubicación para el centro de atención y vigilancia volcánica.

En cuanto escuchó «un estruendo» y vio la columna de humo elevarse al cielo, no tuvo ninguna duda. Hubo un extraño silencio y al cabo comenzó a salir de la tierra material piroclástico acompañado de un ruido ensordecedor.

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ALIVIO INICIAL

En ese momento sintió «fascinación» por «el espectáculo» que estaba brindando la naturaleza y también «alivio», porque «dentro de la ignorancia, de no saber las consecuencias posteriores, ya teníamos la respuesta a una de las preguntas que había que responder: el dónde», detalla.

Meletlidis comenta que «mucha gente se sintió igual» en La Palma en esas primeras horas, tal y como comprobó al pasar por varios barrios que «hoy no existen». «Se veía a la gente no celebrando, pero relativamente contenta. Se quitaron de encima esa incertidumbre».

Consciente de algunas críticas, sobre todo de los primeros en ser evacuados que tuvieron que salir con lo puesto, esgrime que «es casi imposible» determinar justo donde se va producir una apertura en la tierra de 100 metros en un área de entre 3,5 y 12 kilómetros cuadrados, que es donde se había concentrado la sismicidad y la deformación del terreno.

Apunta que una sismicidad de este calibre, o incluso mayor, no siempre desemboca en una erupción, y que días antes en La Palma se había desplazado al mar, con lo que cabía la posibilidad de que fuera un volcán submarino, como el Tagoro, que diez años antes había surgido frente a la isla de El Hierro.

Al igual que este científico, la primera sensación que tuvo el presidente del Cabildo de La Palma fue de alivio.

«Nos quitamos la incertidumbre de encima. Uno no era consciente de lo que vendría después», admite Zapata, pues «teníamos en la retina el Teneguía (1971), un volcán, entre comillas, bueno. Imaginábamos que todos los volcanes eran iguales. Pero ni mucho menos».

A sus 40 años, Zapata tuvo que lidiar con «algo para lo que nadie está preparado. No hay cosa que supere esto», dice emocionado.

Fueron tres meses «muy intensos» también a nivel personal, ya que su padre, que estaba gravemente enfermo, acabó muriendo en febrero, y además su pareja y él habían tenido un bebé unos pocos meses antes de la erupción.

«Fueron muchas cosas a la vez, demasiada intensidad», subraya el presidente del Cabildo, a quien la gente le decía en la calle: «¡Qué carita tienes!». Perdió unos siete kilos.

ESTRÉS Y RESPONSABILIDAD

Quien no sintió alivio precisamente fue Miguel Ángel Morcuende, al que el comienzo de la erupción le cogió dando unas declaraciones a la prensa tras finalizar la reunión del comité de dirección del Pevolca.

Como máximo responsable del dispositivo de emergencia lo que le asaltó fue «una sensación de estrés importante», la más intensa de toda su trayectoria profesional, «y eso que he tenido varias», recalca.

«Había que evitar por todos los medios que hubiera víctimas entre los ciudadanos y el propio personal de emergencia. Hablamos de la vida de las personas, no hay nada más importante que eso», apunta.

Hace hincapié en que es el primer caso en Europa de «un volcán urbano», donde «una masa lávica avanza por lugares habitados», y pese a ello, insiste, no hubo víctimas mortales.

Con el sentimiento del deber cumplido y disfrutando ya de la jubilación, Morcuende dedica sus horas a «escribir cosas, temas ambientales y de protección civil», y dando algunas charlas; «bastante menos estresado» que aquellos 85 días que duró la erupción, que fueron «un calvario».

Calvario como el de tantos vecinos que perdieron sus viviendas, sus fincas y sus negocios.

Es el caso de Carolina Pérez, que tenía una peluquería en Todoque y que ha reabierto en Los Cancajos.

Cuenta a Efe que el 19 de septiembre estaba con su familia en la playa de Punta Larga, en Fuencaliente, que estaba «sospechosamente tranquila», pues es habitual que haya muchas caravanas y ese día no las había.

Recuerda que estaban pendientes de una avioneta que sobrevolaba la zona de Jedey, donde se sospechaba que podía salir el volcán.

Fue a través de varios mensajes de WhatsApp y de una llamada telefónica como supo que la erupción se había producido en una zona que «no era la esperada» y que Todoque había sido evacuado. Días después la lava engulliría todo el barrio.

¿PUDO HABER SIDO PEOR?

El saldo de la erupción fue terrible, pero ¿pudo ser aún peor?

Stavros Meteltlidis desliza que si el volcán hubiera surgido entre 600 metros y un kilómetro más al norte la lava no se habría encontrado con la barrera natural del barranco de Tajuya, con lo que podría haber pasado por el casco de El Paso o de Los Llanos, y si hubiera sido «un poco más al sur» hoy no existiría Puerto Naos.

«Está claro que desde que destruye la primera casa es una pérdida. Hay que ver las casas no como edificios sino como contenedores de toda una vida. Pero numéricamente podría haber sido peor. Y también mejor», admite.

Magaly Cáceres y Braulio Carmona cuentan a Efe que han revivido «muchas veces» el momento exacto de la erupción.

«Fue una locura: gritos, emociones, saltos… estábamos siendo testigos de un hecho histórico en primerísima persona. Y lo estábamos dando en directo».

Más tarde vendría la constatación del dolor que produciría el volcán entre muchos de sus vecinos y amigos.

Y como vecinos del Valle de Aridane subrayan: «Para nosotros es diferente que para quien no vive aquí. No hablamos de una cifra de afectados. Hablamos de gente con nombres y apellidos». 

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