Manuel Antonio Cabral Tavárez (1907–1999), conocido como Manuel del Cabral, nació el 7 de marzo de 1907 en Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Hijo de Amalia Josefina Tavárez Saviñón y Mario Fermín Cabral y Báez, fue una de las voces más influyentes de la literatura caribeña del siglo XX, especialmente en el ámbito de la poesía negrista, social y metafísica.
Desde temprana edad mostró una fuerte inclinación por la literatura, que lo llevó a abandonar los estudios de derecho que había iniciado por influencia paterna. En su juventud, trabajó como linotipista y librero en su ciudad natal, oficios que alimentaron su sensibilidad literaria.
En 1931, tras la publicación de su primer poemario Pilón, se trasladó a Santo Domingo, y en 1938 viajó a Nueva York como polizón en un barco de carga. Mientras trabajaba como limpiador de ventanas, recibió inesperadamente un nombramiento en la embajada dominicana en Washington, lo que marcó el inicio de una exitosa carrera diplomática de casi treinta años. Como diplomático, representó a su país en Estados Unidos, Colombia, Chile, Argentina, España, Panamá y otros países, experiencia que amplió su visión del mundo y nutrió su producción literaria.
Obra literaria
La poesía de Manuel del Cabral es amplia, diversa y profunda, abordando temas como la injusticia social, el amor, la metafísica, el erotismo y la naturaleza. Es considerado, junto a Luis Palés Matos, Aimé Césaire y Nicolás Guillén, como uno de los grandes exponentes de la poesía negrista del Caribe. Su poemario Trópico negro (1942) fue una de las obras pioneras en tratar la discriminación racial y la esclavitud con una mirada crítica y humanista. No obstante, su obra cumbre es Compadre Mon (1943), un poema épico que retrata con fuerza la realidad social de la raza negra y de los más oprimidos.
Publicó también otros poemarios destacados como Color de agua (1932), Doce poemas negros (1935), Los huéspedes secretos (1951), Sexo y alma (1956), Los anti-tiempos (1967), La isla ofendida (1965) y 14 mudos de amor (1963). Su poesía fusiona el lirismo con el compromiso social, y muestra una constante reflexión sobre el ser humano, el tiempo y el mundo.
En su obra, la naturaleza ocupa un lugar simbólico: aves, árboles, ríos y brisas aparecen como metáforas vivas de su conexión con la tierra y con su pueblo. A pesar de abordar temas urbanos y universales, siempre mantuvo un deseo profundo de volver a las raíces, de cantar a la vida desde lo esencial.
Narrador, ensayista y pintor
Aunque menos reconocido como novelista, publicó dos novelas: El escupido (1970) y El presidente negro (1973), que no alcanzaron el éxito de su obra poética. Como cuentista, fue más prolífico y valorado, con obras como Veinte cuentos, Los relámpagos lentos y Cuentos cortos con pantalones largos. También incursionó en el ensayo con lucidez crítica, y publicó sus memorias en el libro Historia de mi voz (1964). Menos conocida es su afición a la pintura, que practicó en la intimidad.
Reconocimientos y legado
En 1992, Manuel del Cabral recibió el Premio Nacional de Literatura de la República Dominicana, otorgado por la Fundación Corripio y la Secretaría de Estado de Educación, como reconocimiento a su trayectoria literaria. Fue también uno de los autores dominicanos más antologados y traducidos en el extranjero.
Gabriela Mistral lo consideró “uno de los cuatro grandes poetas de América”, junto a Rubén Darío, César Vallejo y Pablo Neruda. Juana de Ibarbourou expresó que su poesía le provocaba “una emoción profunda, hasta la envidia por su fuerza y humanidad”.
Tuvo cuatro hijos, entre ellos Alejandro Cabral, quien ha difundido la obra de su padre, y Peggy Cabral, figura pública en la vida política dominicana.
Manuel del Cabral falleció el 14 de mayo de 1999, a los 92 años, en Santo Domingo, dejando tras de sí una de las obras más importantes y ricas de la literatura caribeña del siglo XX.