El estrecho de Ormuz, una franja marítima de apenas 39 kilómetros de ancho en su punto más angosto, se ha convertido en una de las rutas estratégicas más importantes del mundo. Este canal conecta el Golfo Pérsico con el mar Arábigo y es la vía por la que transita cerca del 20 % del petróleo que se consume globalmente.
Por sus aguas navegan diariamente más de 17 millones de barriles de crudo, provenientes en su mayoría de países como Arabia Saudita, Irak, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait e Irán. Esto lo convierte en un cuello de botella esencial para el comercio energético internacional, especialmente para las economías de Asia y Europa.
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En el contexto actual de tensiones entre Irán, Israel y Estados Unidos, han resurgido las preocupaciones sobre la posibilidad de que Irán bloquee el estrecho como medida de presión o represalia. Aunque este tipo de amenazas no son nuevas, cada vez que el conflicto escala, los mercados reaccionan con incertidumbre y alza en los precios del crudo.
Un cierre parcial o total del estrecho tendría un efecto inmediato en el precio del petróleo. Históricamente, solo con el riesgo de bloqueo, los precios pueden dispararse en cuestión de horas. Un cierre real podría provocar aumentos de más del 30 % en pocos días, según analistas energéticos.
Las consecuencias económicas se sentirían a nivel mundial. Aumentarían los costos de transporte, producción y energía, afectando a países importadores como República Dominicana, que depende del petróleo de referencia WTI, cuyo precio está influenciado por el comportamiento global del mercado.
Además, una interrupción en la navegación por Ormuz podría causar retrasos logísticos, encarecer el flete de hidrocarburos y generar especulación en los mercados financieros. Esto podría trasladarse rápidamente al precio de los combustibles, la electricidad y otros bienes de consumo.
A pesar de estas amenazas, Irán también tendría mucho que perder. Un cierre de Ormuz afectaría su propia capacidad de exportación de petróleo, lo cual limitaría su ingreso de divisas en medio de un panorama económico ya complicado por sanciones internacionales.
Estados Unidos y sus aliados mantienen presencia militar en la región precisamente para garantizar la libre navegación en el estrecho. Cualquier intento de bloquearlo sería considerado una provocación directa con consecuencias militares y diplomáticas.
En resumen, el estrecho de Ormuz es mucho más que un canal marítimo: es una arteria vital para la economía global y un termómetro de la tensión en Medio Oriente. Su estabilidad es clave no solo para las grandes potencias, sino también para países más pequeños que dependen del petróleo importado para sostener su desarrollo.