martes, abril 16, 2024

La enseñanza, pensamiento e ideas viven del Dr. Javier Darío Restrepo

“El buen periodista es, ante todo, buena persona”Dr. Javier Darío Restrepo.

El Congreso Hispanoamericano de Prensa, hoy una vez más conmovido por la ida a destiempo del educador el gran Maestro y Padre de la Ética Periodística el Dr. Javier Darío Restrepo, recuerda su memoria a dos años del aniversario de su fallecimiento el 6 de octubre del año 2019, recordamos sus grandes enseñanzas y su gran legado en todo América Latina.

El Dr. Javier Darío Restrepo, es cofundador, guía, maestro, ejemplo de humidad y entrega desinteresada del Congreso Hispanoamericano  de Prensa, el mismo que nos compartió y acompaño por 18 años en nuestros eventos locales nacionales e internacionales.

“El periodista ético es eso: un valor de toda la sociedad, y defenderlo para que mantenga todo su peso moral y su credibilidad, es parte de su responsabilidad con toda la sociedad.” Javier Darío Restrepo.

Indicaba el maestro Dr. Restrepo que la calidad periodística y la ética propone unas ideas claras. Que las dos son un matrimonio indisoluble: «la mayor garantía de que una pieza periodística es de calidad es el perfil ético del periodista», dice el maestro.

Igual nos indicaba que la premisa formulada al revés también es válida: la mayor garantía de que un periodista es ético es que sus piezas periodísticas son de calidad. También que la ética, como el oficio del reportero y del editor, no son algo que se alcanza en algún momento, y se guarda como trofeo en un anaquel.

La ética es una práctica, es una manera de hacer las cosas, y se ejercita y se pone a prueba con cada historia periodística, los valores mencionados aquí que guían esa práctica el compromiso, el coraje, el reto de cambiar algo todos los días, la consciencia también se enriquecen con cada viaje en busca de la verdad.

De estos valores que menciona el maestro, me gustaría detenerme en uno que generalmente no se incluye, en reflexiones similares, entre las virtudes que debe tener un reportero: el compromiso. No es una dependencia a un interés o una militancia a una causa. Es la lealtad.

En el caso del periodista, creo yo, la promesa central al público es la de velar por su interés y denunciar todo aquello que lo ataque. Esa debe ser la brújula que guía su trabajo. Pero como es tan difícil definir el interés público y muchas veces una historia encuentra intereses de públicos enfrentados, esto requiere de un compromiso con los más vulnerables. Hay que llegar a sentir con ellos sus penurias, conmoverse, indignarse, oler y entender las vergüenzas de nuestras sociedades.

La enseñanza que nos dejó el Dr. Restrepo, en el siglo XX y XXI en América y en el mundo periodístico no tiene paradigma. Por eso, dice el maestro, no es ético ese periodista que mira el mundo como desde una ventana, con guantes de cirujano y tapabocas, y pretende con ello estar guardando la “objetividad”.

Hay que seguir enriqueciendo cada historia con todas las fuentes, datos y documentos posibles. Y estar dispuestos con toda honestidad a que un dato real dañe una gran pieza, pero eso no nos hace observadores neutrales que, entre otras cosas, no existen nos eleva a un pedestal como si las desgracias y los triunfos de nuestros congéneres no nos tocaran.

El compromiso es no dejar de estar entre ellos y siempre interactuar en horizontal, como iguales. En la era digital, ese compromiso debe estar además ligado a otro valor inmenso para el periodismo: la transparencia, el maestro trato de manera intacta, directa e inédita una enseñanza que muy poco maestros la han puesto al servicio los más humildes de las sociedades de este mundo.

Si cuentan sus historias a nombre de lo que es para beneficio común, más vale que le digan a ese común, a ese público, de dónde salieron sus verdades, qué documentos las validan y qué fuentes consultaron. (Esto último no quiere decir revelar fuentes que pueden estar en peligro, ni traicionar la confianza de alguna que habló fuera del récord, sino que, cuando no pueden decir nombres, por lo menos la gente sepa desde qué lugar y que intereses habla esa fuente).

Si ponen en las manos del público las evidencias y le dicen, con franqueza también, aquellas que no encontraron, ellos mismos sacarán sus conclusiones y les será claro si ustedes hicieron todo lo que estaba a su alcance para reportear en contra de sus propios prejuicios.

Entonces podrán decir con voz más recia que, en efecto, su negocio es el de defender el patrimonio de toda la sociedad. Y ahí estará anclada su credibilidad. El dilema ético es constante porque se mueve con los tiempos, se ajusta a la moralidad pública que cambia con la historia y en cada cultura. El editor y el periodista conviven con él, como un jinete avezado maneja sus riendas.

Un medio periodístico, sin importar su formato, que lleva años cultivando la reflexión y el pensamiento entre sus reporteros, y analiza y sopesa cada día sus dilemas, va cultivando entre el público la confianza.

De ahí que su huella y su influencia pueden tener mayor alcance y duración que las de un poderoso político o una corporación multinacional, el maestro resalta este poder de largo aliento de los medios éticos, los que se basan en «su credibilidad y sus razones”.

 Solo periodista disruptivo en un entorno gris de noticias repetidas, al son de los palacios de gobiernos y las sedes corporativas, asegura que la historia también sea la de los ofendidos abusados, los estafados.

Un solo reportero que junta los hechos hilando las responsabilidades de que quienes toman decisiones  contribuye a que se identifique y se comprenda una política de paz que no lo es y un sistema amañado que justifica la prolongación de una guerra.

“Hoy se habla de una ética de la memoria y del olvido dice el maestro en ese manejo del olvido, memoria y de los silencios están comprometidos derechos y la dignidad de los otros, por eso adquieren esa dimensión ética” dijo el maestro Dr. Restrepo y añadió, en el fondo volvemos a lo mismo: la ética periodística es la de verificar, volver a verificar con diversas fuentes y versiones, y conectar con la historia que rodea a los hechos, ponerlos en un mapa que permita al público ubicarlos.

Y si estas reglas simples de entender, difíciles de poner en práctica son centrales en el periodismo de tiempos de paz, cuando vienen los tiempos de guerra se vuelven coraza indispensable para evitar que la verdad sea la primera víctima, parafraseando a Hiram Johnson, el senador estadounidense a quien le atribuyen la famosa cita cuando transcurría la Primera Guerra Mundial.

La última idea que me quedó reverberando en la cabeza es aquella de que no hay prensa inocente a menudo los directivos de medios hacemos análisis de lo que está mal con nuestro país, y con gran agudeza señalamos a gobiernos y políticos, denunciamos impunidad y culpamos a la justicia por su ineficiencia, o advertimos que la codicia de unos hombres de negocios es lo que impide el progreso.

Poco nos hacemos, en cambio, la pregunta sobre cuál ha sido el papel de nosotros, los inquisidores en un fracaso. ¿Qué hicimos mal en todo esto? ¿Cómo contribuimos a esta guerra, en Colombia, por ejemplo? ¿Cómo a la desigualdad, en Brasil, por ejemplo? ¿Cómo a la corrupción en toda América, por ejemplo?

El ejercicio sería inútil si no llevara a mejorar la práctica, ahí, el maestro nos recuerda que las palabras que usamos no son neutras porque con ellas comprendemos y explicamos el mundo. Ellas pueden ser instrumentos que en labios de políticos, publicistas o mercaderes inescrupulosos se usen para deshumanizar, o pueden ser herramientas para explicar, incluir, invitar a la reflexión; es decir, para humanizar.

El uso que les demos a las palabras, sin embargo, no depende de que tengamos la mejor intención, ni de la bondad de nuestros corazones. Un violinista que no sabe leer música ni practica su instrumento todos los días desafinará en un concierto, no importa que sea la persona que más aprecie la buena música o la más generosa.

Con la lógica inversa, un periodista que lea a los mejores escritores, estudie el uso del lenguaje, busque sus palabras con esmero para que signifiquen lo que quiere decir con precisión, y además apele a la enorme gama de opciones de expresión que le dan su lengua y los formatos digitales, producirá piezas periodísticas de mejor calidad, que a su vez ayuden a incluir, a comprender, a igualar… en fin, a humanizar el mundo.

La ética que surge de todas las anteriores, al ofrecer verdades más claras y palabras más justas, lo entiendo yo al maestro, construye esperanza. Ese es el mensaje último que nos dejó, que el periodismo bien ejercido y bien vivido es una fuerza para cambiar las cosas. Quizás es por todo ello que el maestro Javier Darío llevaba siempre esa sonrisa puesta, aun en los tiempos tristes en los que vivimos. Es la satisfacción del sabio, que sin sentirse más que un reportero, había descubierto hacía ya tiempo por qué el periodismo le da tanto aliento al mundo.

Compartir su trayectoria como periodista en diversos ámbitos, su experiencia profesional de casi 70 años el Dr. Javier  Darío Restrepo la ética sigue igual, solo que se ha hecho más claro y profundo su conocimiento ese es su gran legado para el mundo periodístico.

 “Nadie se muere de verdad si queda en el mundo quien respete su memoria”, Juan Bosch.  /  “Los hombres mueren, pero nunca sus ideas”, AC.

Dr. Amín Cruz, PhD, diplomático, historiador, educador, periodista, escritor, CEO presidente fundador del Congreso Hispanoamericano de Prensa, Padre embajador del Periodismo Latinoamericano, residente en New York.

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