En la historia política dominicana, los gestos de unidad nacional han sido tan escasos como valiosos. Por eso, el encuentro celebrado este miércoles entre el presidente Luis Abinader y los expresidentes Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina en el Ministerio de Defensa marca un momento histórico en el país, no solo por su carácter inédito, sino por lo que representa en términos de madurez institucional, visión de Estado y sentido patriótico.
Frente a la prolongada migración ilegal haitiana y la alarmante crisis del vecino país, que se ha recrudecido por sus incontrolables bandas, la República Dominicana ha dado un paso decisivo al trazar una línea fuerte entre el gobierno actual y sus antecesores. Y es que lo que está en juego no es un tema electoral ni una diferencia partidaria, sino la seguridad nacional, la estabilidad económica y la gobernabilidad de nuestra nación.
Por primera vez, se perfila una política de Estado hacia Haití, construida no desde la improvisación o la urgencia, sino desde el consenso y el análisis estratégico.
Desde nuestra óptica, lo que se ha producido es más que una foto simbólica que pasará a las páginas de nuestra historia, es un mensaje a la comunidad internacional de que República Dominicana actúa con una sola voz cuando se trata de defender su soberanía y su integridad territorial.
Quien más capitaliza políticamente este movimiento es, sin duda, el presidente Abinader al convocar a tres líderes con historias, intereses y trayectorias tan disímiles, y lograr de ellos un compromiso unificado, lo que requiere liderazgo, visión y madurez. Pues en la actual coyuntura no se trata solo de gobernar, sino de saber conducir una nación ante desafíos complejos.
Ese gesto, sin precedentes, refuerza su imagen como estadista y consolida su posición tanto a lo interno como en el plano internacional.
Pero los expresidentes también salen bien parados, pues han asumido el rol que les corresponde en una buena democracia, ser figuras consultivas, de experiencia acumulada y responsabilidad histórica.
Con esta acción, se sacuden el polvo de las trincheras partidarias y se colocan en el terreno superior de los intereses nacionales. Y eso, en una época donde abunda el cálculo político y escasea el compromiso, merece ser reconocido.