Un equipo de neurofisiólogos estadounidenses anunció haber descubierto que los primeros signos de autismo en un niño pueden detectarse mediante resonancias magnéticas del cerebro del feto a partir de las 25 semanas de gestación.
El autismo, diagnosticado en uno de cada 68 niños en Estados Unidos, es un complejo trastorno del neurodesarrollo que puede causar desafíos de comunicación, procesamiento cognitivo, conciencia emocional y percepción. Se desconocen las causas del trastorno del espectro autista (TEA), pero se cree que en él influyen tanto factores genéticos como ambientales.
Aunque se ha demostrado que un tratamiento temprano mejora las capacidades lingüísticas y cognitivas, las herramientas de diagnóstico actuales solo pueden identificarlo en torno a los 18 meses de edad.
«Una detección más temprana significa un mejor tratamiento«, explicó el doctor Alpen Ortug, investigador de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard y principal autor del estudio, cuyos resultados fueron presentados durante la reunión anual de la Asociación Estadounidense de Anatomía.
«Nuestros resultados sugieren que un mayor volumen del lóbulo insular puede ser un fuerte biomarcador de resonancia magnética prenatal que podría predecir la aparición del TEA más adelante en la vida», detalló.
¿Cómo se realizó el estudio?
Para averiguar si los escaneos cerebrales realizados antes del nacimiento podrían ayudar a identificar los signos del TEA antes, los científicos analizaron retrospectivamente 39 escáneres cerebrales fetales por resonancia magnética. Nueve de los niños fueron diagnosticados posteriormente con autismo, 20 eran neurotípicos y 10 no tenían TEA pero presentaban otras condiciones de salud que también se observaron en los niños con ese trastorno. Los escaneos cerebrales se realizaron de media a las 25 semanas de gestación.
Además, los investigadores utilizaron un método de etiquetado anatómico automatizado basado en atlas para segmentar los escaneos cerebrales y luego compararon las regiones cerebrales segmentadas entre los diferentes grupos. Las mayores diferencias se encontraron en el lóbulo insular del cerebro, que tenía un volumen significativamente mayor en el grupo de niños con TEA en comparación con los otros tres grupos de control. La ínsula es una región profunda del cerebro que se cree que desempeña un papel en la conciencia perceptiva, el comportamiento social y la toma de decisiones, entre otras funciones.
Estos resultados coincidieron con otros estudios recientes que han revelado cambios en la corteza insular en adultos con autismo y sugieren que estas diferencias pueden comenzar en el útero. Los investigadores también hallaron que los escaneos de los niños con autismo mostraban una amígdala y una comisura del hipocampo significativamente más grandes en comparación con los niños que tenían otras condiciones de salud.
«Dado que muchos factores genéticos y ambientales podrían afectar a la aparición del TEA a partir de las etapas fetales, es ideal identificar la firma más temprana de las anomalías cerebrales en los posibles pacientes con autismo», señaló Ortug. «Hasta donde sabemos, este es el primer intento de segmentar de forma semiautomática las regiones cerebrales en la etapa prenatal en pacientes a los que se les diagnostica autismo posteriormente y de comparar diferentes grupos de controles», concluyó.