jueves, marzo 28, 2024

Dar sin esperar nada a cambio: la herencia de mis padres

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La encomiable acción de “dar sin esperar nada a cambio” aparenta ser quimérica, toda vez que en el simple gesto de esta obra se encuentra nuestra gratificación, haciéndonos sentir que podemos ser de provecho para los demás. “Dar sin esperar nada a cambio” nos permite evolucionar hasta un nivel donde lo material deja de tomar importancia en nuestro ser y la sensación de ayudar o generar felicidad en otros nos hace sentir plenos.

Ejercitar la proeza de “dar sin esperar nada a cambio” nos lleva al entendimiento de que podemos hacer cosas buenas por los más cercanos, y por aquellos no tan próximos; esos que han sido marginados producto de las circunstancias sociales, económicas o de otro tipo, y que necesitan de la solidaridad de todos.

El sentimiento que se experimenta al “dar sin esperar nada a cambiotraspasa las fronteras individuales de las personas, a tal punto que un hijo experimenta la felicidad de ver a sus padres “dando sin esperar nada a cambio”. Quiero contarles una pequeña anécdota personal:

Recuerdo que, siendo un churumbel, acompañaba a mi padre al Supermercado Nacional de la Máximo Gómez. Al salir de este establecimiento, justo después de haber realizado la compra, en la puerta nos encontramos con varios niños y jóvenes que aparentaban tener unos la misma edad que yo, y otros más adultos, que parecían dedicarse al oficio de limpiar zapatos, esto por las herramientas de trabajo que de forma visible portaban, como la pequeña lata para sentarse y la cajita que almacena los materiales.

Aquellos niños y jóvenes estaban solicitando algún tipo de asistencia de parte de mi padre, ya fuera alimentos o dinero. Mi padre continuó caminando conmigo por todo el parqueo hasta llegar al vehículo y, tras montar la compra en él, me pidió que aguardara en el carro, que se le había olvidado hacer una diligencia dentro del súper y que debía regresar allí, que no duraría mucho.

Como todo chiquillo curioso, salí del vehículo y seguí como un detective los pasos de mi padre sin que este se diera cuenta. Se dirigió hasta donde se encontraban los muchachos, y les pidió que le acompañaran al súper. Allí vi que les compró comida: pan, queso, maltas, etc., pero de igual forma, vi que para los más adultos además de los alimentos les compró unos utensilios de trabajo que estos pidieron, tales como: escobillas, cepillos polacos, betún negro y marrón, esponjas y paños. Los muchachos al salir estaban muy felices, no puedo olvidar la sonrisa de sus rostros, me impactó mucho que por algo tan sencillo, que para mí era normal -en el caso de los alimentos-, una persona pudiera estar tan contenta.

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Al ver mi padre salir del supermercado ingresé rápidamente al vehículo, fingiendo que no había visto nada de lo sucedido y que en todo momento estuve en el automóvil. Mi padre entró al vehículo, lo puso en marcha y nos fuimos todo el camino sin él decir una sola palabra de lo que había pasado. Luego le comenté todo lo que había visto y él solo me dijo: “Manuel Alejandro, tenemos que aprender a ayudar a los demás, a dar sin esperar nada a cambio, y cuando lo hagas, tu mano izquierda no debe saber lo que hizo la derecha”, ese fue el inicio y final de dicha conversación; el mensaje me había quedado bastante claro.

Este accionar he tenido la gran oportunidad de verlo, disfrutarlo y aprenderlo también de mi madre, quien de manera abnegada en todo el trayecto de su vida ha estado del lado de los más necesitados, ayudando a cuanta comunidad de escasos recursos visita. Es grato acudir a esos lugares pudiendo decir con la frente en alto, soy el hijo de doña Viky. Que privilegio es tener padres como los míos, quienes motivan a sus hijos ser mejores personas cada día, aunque es difícil igualarlos, nos esforzamos cada día en hacerlo para honrarlos en vida.

Pero bien, dejando de lado la historia personal, nos queda claro que el “dar” sin “esperar” es un sentimiento de bienestar y alegría constante, que cualquiera puede experimentar, pues todos tenemos alguna de forma de obsequiar, donar, gratificar, convidar, en fin, de dar. ¿Cómo puedes iniciar? Sencillo. Elimina un gasto personal superfluo en tu vida, que solo genera felicidad inmediata y cámbialo por el arte de “dar sin esperar nada a cambio”, lo cual te generará una felicidad duradera acompañada de un sentimiento de satisfacción, por ese gesto que despierta alegría en los demás.

Es hora de eliminar “el dar esperando algo a cambio”. Muchos lo hacen no esperando una retribución inmediata, sin embargo, sí para algún momento. Ayudan por si algún día necesitan asistencia. Dan por si algún día quieren recibir. Esperan por si algún día se demoran. No es correcto.

Me tomaré el atrevimiento de cerrar el presente artículo con fusión de citas de la Madre Teresa de Calcuta y Khalil Gibran:

Dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más”, pues “(…) quienes dan con alegría, esa alegría es su premio”.

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