El 9 de agosto de 1945, Estados Unidos asestó su último golpe contra Japón en la víspera del final de la Segunda Guerra Mundial.
El lanzamiento de la bomba atómica de Nagasaki supuso la detonación de un segundo dispositivo nuclear a solo tres días, después de que el 6 de agosto fuera atacada la ciudad de Hiroshima.
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Sin embargo, el ataque no iba dirigido a Nagasaki. Ese día, todo estaba previsto para que el explosivo cayera sobre la ciudad portuaria de Kokura, un centro industrial muy importante, como también lo era Hiroshima, y con una orografía plana que facilitaría la expansión de la onda provocada por la bomba.
La explosión se produjo a 500 metros sobre el suelo y mató al instante a unas 40.000 personas.
A las 11 de la mañana, la ciudad se convirtió en un infierno en apenas segundos y miles de sus habitantes sucumbieron ante la radiación y las quemaduras provocadas por semejante detonación.
Este nivel de destrucción forzó a Japón a plantear su rendición incondicional después de años de guerra.
Nagasaki sigue siendo la segunda y última población atacada con un arma nuclear en la historia de la humanidad, aunque las consecuencias de este devastador hecho se continúan sintiendo en esta ciudad.