El mejor prospecto de los Marlins, el dominicano Eury Pérez, necesita un momento. Está parado en el clubhouse del equipo visitante en el Clover Park en Port St. Lucie en la Florida, luego de hacer su última salida en la Liga de la Toronja, respondiendo a preguntas sobre una variedad de temas, desde las dificultades que tuvo en el cuarto inning ante los Mets al regreso de su mentor y compatriota Sandy Alcántara del Clásico Mundial de Béisbol. Luego se le pregunta por qué tiene un corazón en su corte de pelo rapado.
“Es el amor de mi familia”, dijo Pérez. “Lo tengo aquí arriba en la cabeza para tenerlos bien cerca de mí, tenerlos bien presente. Nunca han tenido la oportunidad de verme lanzar [profesionalmente], entonces siempre los llevo bien cerca”.
Para entender cómo Pérez se convirtió en uno de los mejores prospectos de pitcheo en el juego, hay que regresar a donde comenzó todo.
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De pequeño, a Pérez le decían «Pallilo» por lo alto y delgado que era. El derecho, que mide 6 pies y ocho pulgadas, sobrepasa a sus padres, Eddy y Xiomara, y a sus hermanas Erlin (de 26 años) and Erlenys (a 14 años), que aún viven en la ciudad de Santiago, en el barrio de Villa Liberación en el sector La Otra Banda.
Eddy y ambos abuelos de Eury alguna vez jugaron béisbol a nivel amateur. Generaciones tiraban pelotas en un terreno local, donde Eury quedó fascinado con el juego. Le iban a las Águilas Cibaeñas y su jugador favorito era Luis Polonia.
“Eury solía utilizar mis ganchos”, dijo Eddy. “Imagínate, ya le quedaban mis zapatos antes de comenzar su paso por el béisbol organizado”.
A los ocho años, Eury jugaba plaquita con sus amigos cerca del apartamento de su familia. Ninguno de los otros niños tenían equipamiento de béisbol, así que utilizaban un palo de madera para jugar vitilla. Eury continuó jugando pelota en la calle hasta su cumpleaños número 11, cuando le preguntó a su mamá si podía comenzar a jugar béisbol organizado.
Cuando Xiomara registró al chico en la Liga Emilio Domínguez, Eury llegó vistiendo jeans para su primera práctica. Estaba muy emocionado por comenzar a jugar en un formato organizado, a pesar de haber empezado a practicar el deporte a una edad más avanzada de la que suelen hacerlo los niños en la República Dominicana.
“Queríamos que decidiera por sí solo el camino que quería recorrer”, comentó Xiomara. “A los 11 años, me lo prometió, me dijo: ‘Mami, voy a lograrlo. Una vez lo haga, te voy a sacar de este barrio y te voy a comprar una casa. Seremos ricos. Te vamos a sacar de aquí’”.
Durante el paso de Eury por las pequeñas ligas, él y el resto de los chicos le pedían prestado los guantes al entrenador, y tenían que regresarlos al final de los juegos. Eury usaba zapatos deportivos en vez de ganchos. Cuando el coach Alexander De Aza lo llevó a su academia a los 12 años, Eury llegó con zapatos de fútbol y un guante rojo Marucci. Finalmente, tenía su propia indumentaria.
El Campo La Otra Banda estaba a cinco kilómetros, y la familia de Eury no quería que el chico fuera y viniera caminando, porque ya el joven estaba teniendo problemas en ganar peso, a pesar de comerse todo lo que le ponían en su plato – usualmente carne con arroz y habichuelas con aguacate. Eury, quien creció como el padre de Xiomara durante un estirón que tuvo en su juventud, se comprometió en volver a casa los domingos para ir a la iglesia. De cualquier manera, era difícil dejar ir al adolescente por sus propios medios. En un punto, parecía que su familia tan cercana se había mudado junto a él. Regularmente iban a verlo jugar, diciéndole que todo estaba bien y deseándole buenas noches antes de irse.
“Se ponía muy, muy nervioso cuando íbamos a verlo jugar, y luego cuando nos dimos cuenta, decidimos dejar de ir a los partidos”, recordó Eddy. “Fue una locura. Cuando volvimos a los juegos después de dos meses, había mejorado muchísimo la calidad. Era una persona diferente jugando. Me sorprendió mucho al verlo. Solía criticarlo porque lloraba mucho. Era muy sentimental, un chico con muchos sentimientos. Solía llorar cada vez que lo sacaban de los juegos”.
“Solía pelear con él diciéndole: ‘¿Por qué eres así? No puedes hacer eso’. Pero la gente siempre me decía que no peleara con él por eso, porque cada vez que alguien anotaba y lo sacaban, sentía internamente que su valor se desplomaba. Creía que no era capaz. Ese sentimiento nunca se va. Dejé de gritarle y comencé a apoyarlo incondicionalmente”.
De Aza también pagó por los documentos de viaje de Eury para que fuera a varios torneos, incluyendo uno al que asistió en Arroyo, Puerto Rico. Los mejores jugadores de Santiago fueron reclutados para una competencia internacional. Esa experiencia le otorgó a Eury su primera probada a la experiencia de jugar béisbol fuera de la República Dominicana.
“Siempre vio algo [en mí]”, expresó Pérez sobre De Aza. “Trabajó conmigo en mi mecánica, enseñándome cómo hacer varias de las cosas del juego, y cómo tratar con el deporte, el aspecto del negocio. Aún sigo en contacto con él. Me enseñó mucho al comienzo de mi carrera, y estoy muy agradecido por todo”.
Fuente: Las Mayores