Santiago.- Este Día de los Fieles Difuntos, los cementerios de la ciudad se han sumido en una atmósfera de recogimiento bajo un cielo nublado y lluvias constantes. El ambiente, cargado con el aroma de incienso y humo de velas encendidas, se entremezcla con los ecos de rezos que resuenan entre las tumbas, mientras el silencio parece haberse convertido en el protagonista de la jornada.
Las tradiciones siguen vivas en los corazones de personas como doña Maritza Thomen, quien, desde el sector Los Prados de la zona sur, se desplazó hasta el cementerio del Ingenio para visitar la tumba de su madre. Ataviada de negro, y con un ramo de flores en mano, Thomen dejó caer sus lágrimas sobre la lápida. “Aquí está ella, y mientras yo viva, no estará sola”, expresó con voz entrecortada, remarcando el peso de los recuerdos que aún la mantienen ligada a este espacio.
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Otra visitante, Juana Castillo, relató su ritual anual de visitar las tumbas de su padre y otros familiares en el mismo cementerio. Sin embargo, este año, los camposantos de la Calle 30 de Marzo y el Ingenio, acostumbrados a recibir cientos de visitantes en estos días, vieron sus pasillos menos concurridos, como si la presencia de los ausentes se diluyera en los espacios desiertos.
“Es como si las almas esperaran en vano,” comentó don Antonio, un vendedor de flores, mientras sostenía en sus manos marchitas las rosas que, como los recuerdos, se marchitan con el paso del día. Otros vendedores de velas y flores expresaron preocupación por la disminución de las ventas. “La gente se va olvidando, los recuerdos ya no se sostienen en las velas encendidas, sino en las pantallas brillantes de la diversión”, lamentaron algunos.
La jornada del Día de los Fieles Difuntos estuvo marcado por una mezcla de emociones: oraciones, lágrimas y silencios profundos, como si el dolor o la fe hubiesen perdido la voz ante el paso del tiempo. Algunos asistentes opinaban que el modernismo y las distracciones de la ciudad han ido reemplazando la devoción por la memoria de los seres queridos.