El hecho singular de que el Partido Revolucionario Moderno (PRM) llegara al Gobierno con apenas siete años de creado, ha significado un punto de inflexión en la política dominicana, en lo referente a hacer viable un proyecto a partir de desprenderse de una fuerza mayoritaria.
Los intentos previos concluyeron en fracasos electorales, quedando relegados a formaciones de escasa incidencia electoral en el ecosistema partidario de nuestro país.
De hecho, la única fracción que se coronó con éxito electoral fue el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), pero debió aguardar 17 años (1973-1990) para considerársele una opción de poder, la cual no pudo ser materializada debido a un conjunto de factores, entre ellos errores del profesor Juan Bosch y algunas irregularidades en el proceso comicial de 1990.
Seis años más tarde llegaría al Gobierno, no por sus propias fuerzas, sino por la habilidad de los herederos de Bosch, quienes pudieron fraguar un acuerdo con un rival de toda la vida, el doctor Joaquín Balaguer.
Es decir, que en realidad el desprendimiento que en 1973 saltó del Partido Revolucionario Dominicano tardaría 23 años para llegar al Gobierno por sí solo.
En el caso que analizamos, el PRM se convirtió en una opción de poder en su primera experiencia electoral, si tomamos en cuenta que fue el contendiente de un Danilo Medina montado en una ola de popularidad y de un PLD en condiciones favorables, a pesar de sus tres periodos seguidos en el poder.
Lo que sucedió con la fundación del PRM también fue una ruptura con la tradición, pues no se trató de un simple desprendimiento como lo conocíamos, sino un “vaciado”, o sea, un trasvase casi total de las fuerzas del PRD que ha devenido en una organización minoritaria.
¿Qué aconteció en el momento crucial antes de la fundación del PRM en 2013?
Como suele suceder en las rupturas, un sector importante dudaba si dar el paso y dejar unas siglas conocidas, un partido de tradición incuestionable y raíces profundas en la sociedad dominicana.
Encargaron una encuesta al Centro Económico del Cibao para auscultar el sentir de los perredistas, y una mayoría significativa de sus estructuras—a todos los niveles y en todo el país—manifestó su decisión de dejar el PRD.
Con esos resultados disponibles, “el cuarto de guerra” del sector que adversaba a Miguel Vargas Maldonado en el PRD, aprobó dar el salto, con tanto éxito que en las elecciones inmediatas fue el segundo partido más votado.
Lo que sigue es una historia que el país vivió en 2020: un partido ya estructurado; un candidato fogueado y una coyuntura marcada para el éxito. En fin, una ruptura fructífera.