jueves, noviembre 21, 2024
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La críptica medianía del gobierno del cambio

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El próximo 16 de agosto, el gobierno del cambio del presidente Luis Rodolfo Abinader Corona cumplirá dos años en su gestión gubernativa. En la mitad de su mandato presidencial, el jefe de Estado se encuentra en sus horas más bajas de popularidad, desde que el pueblo le permitió llegar a la mansión de Gazcue.

Pareciera que el criterio inesperado que hago observar con la palabra, sorprendentemente es nuestro interés en resaltar que estos llegaron en el 2020 al poder como un golpe de suerte, gracias a la sectaria actitud de Danilo Medina o la hidalguía democrática de Leonel Fernández. Visto así, desde dos ángulos contradictorios, pero reales a la vez, decimos así, porque sin la testarudez de Danilo en dividir su partido, muy difícilmente hubiesen perdido en unidad las elecciones los morados, y desde otro prisma, podrían externar los antípodas de esa visión, que, sin la alianza congresual y municipal con Leonel, Abinader no hubiese podido seducir una parte del voto leonelista, para que le votara a su favor, e impedir una segunda vuelta electoral.

Siempre se ha dicho: “el que no sabe por qué ganó, no sabrá por qué perdió”, frase lapidaria que establece con claridad la necesidad de que el oficialismo entienda que ellos no ganaron las elecciones del 2020, las perdió el PLD por su infantil división, ya que no era matemáticamente posible una derrota del acorazado morado, cuando en las primarias del 6 de octubre del 2019 sus dos facciones habían conseguido más de 1,800,000 votos en su conjunto, logro histórico que solo la desunión hizo zozobrar.

Siento que a la mitad de esta gestión, los gobiernistas no se han dado cuenta que han entrado por situaciones exógenas, por yerros internos y por los consabidos autogol en una pista enjabonada, donde el carro de la estabilidad democrática estará a prueba, partiendo de la sensatez y la capacidad de miras de quien está en el volante, el presidente Luis Abinader.

Sería injusto negar que el mundo está en crisis, nuestro país también, es por ello que no podemos achacarle todos los desaguisados cometidos al oficialismo, porque nadie por más experiencia que tenga, tiene un manual para enfrentar esta multicrisis, económica, sanitaria, social y geopolítica. Ahora bien, lo que le ha puesto gravedad a la situación de impopularidad y desconfianza al gobierno, antes de cumplir los dos años, son sus desacertadas acciones, que lo único que le estaban creando es un repudio absoluto a nivel general en la población, por la mostrada incapacidad del actual funcionarato público, en identificarse con los reales y concretos problemas de la gente.

No quisiera exponer de manera dañina ninguna crítica a los amigos de la cúpula perremeísta que nos gobierna, pero es que a decir la verdad hay muy pocas cosas buenas en las decisiones gubernamentales.

A menos de dos años, el país está hastiado, desesperanzado en medio de un tedio generalizado, porque esta administración se ha hecho vieja en tan corto tiempo, y la ciudadanía se encuentra desesperada, cosa que ni siquiera los circenses espectáculos de la persecución a la corrupción han podido disminuir. Simple, porque cuando el dinero ganado no llega al mes y la comida falta, nada nos parece risueño ni alegre, ya que no puede haber satisfacción donde hay estómagos vacíos.

Para la popicracia que nos gobierna todo está bien, sin embargo para la amplísima mayoría del pueblo todo está mal, y no solo hablo ya de las masas populares, sino de la extenuada clase media que está en estrés total, porque el costo de la vida se ha vuelto su preocupación mayor, pues ocupa la total atención en el diario vivir de la casi generalidad de los que habitamos esta media isla, porque estamos casi todos en modo sobrevivencia, y no importa lo que hagamos, y los gastos superfluos o no que disminuyamos el dinero percibido, de ninguna manera nos da, porque simplemente este país se ha vuelto invivible.

No voy a decir que todo es culpa de la administración Abinader, hay cosas que vienen de mucho tiempo atrás, pero la verdad palmaria es que en estos dos años la nación acusa un aumento desproporcionado y constante de todo cuanto consumen los ciudadanos. Desde la llegada del popismo al Palacio Nacional, todo se ha duplicado, porque hay renglones que se han quintuplicado en precios, como algunos materiales que han subido de manera abusiva en los que están el sector de la construcción, lo que hace difícil, por no decir imposible, que un pobre pueda tener un techo propio.

Me preocupa con seriedad y sin alarmismos la ruta de desconfianza que en todos los sectores están generando quienes gestionan el actual gobierno, algo sumamente pernicioso para la democracia, porque si este nivel de insatisfacción es apenas en dos años, yo les pregunto ¿cómo estará esto para las elecciones del 2024? Soy de los que pienso que el progresivo y permanente deterioro de la imagen y de la credibilidad del gobierno nos puede llevar, sino reaccionan, a un estallido social de imprevisibles consecuencias que destruiría al PRM como proyecto político, y que en nada le convendría a los de la oposición, porque de esas excepcionales crisis o confrontaciones siempre surgen aventureras opciones que buscan borrar todo vestigio de institucionalidad, del cual saldríamos exterminados todos los que somos parte del presente sistema de partidos, por lo que estamos obligados a llevar con espíritu crítico, pero de colaboración, al gobierno del cambio, para evitar que la tea de la discordia y que la profunda insatisfacción haga arder nuestra frágil democracia.

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Al llegar a la mitad el gobierno del presidente Abinader me pregunto diariamente: ¿qué harán estos amigos palaciegos para llegar incólume al 2024?, porque los niveles de enojo que se están inoculando en la sociedad pueden en cualquier momento hacer explotar en trizas la acostumbrada paz social, porque la desesperación es mala consejera y el hambre, no lo duden, es una constante histórica arma que construye revoluciones. Precisamente ahí es que no debemos llegar, a que la población se tire a las calles a protestar o a pedir la salida de los que están por medios antidemocráticos.

Este es el país más costoso de toda la región, no es Panamá como se piensa, porque allá, pese al alto costo de la vida, la gente gasta en dólares, pero percibe dólares; aquí todo lo que compramos está dolarizado, pero ganamos en pesos, dicotomía económica que afecta a casi todos nuestros nacionales.

A diferencia de cómo explicamos las cosas, que puede inferir lo hacemos de forma negativa, no pretendo presentar en esta reflexión el cúmulo de errores del perremeísmo gobernante, creo que huelga hacerlo, porque todos los ciudadanos consciente lo conocemos, lo haremos desde una óptica positiva y constructiva para contribuir en que el ríspido ambiente se disipe, claro está, siempre y cuando los que nos dirigen asuman plena conciencia sobre el polvorín desde donde nos gobiernan. Es por ello que hacemos estas recomendaciones más allá del interés electoral que nos compromete con el proyecto de llevar a Leonel Fernández en el 2024 al solio presidencial, para que los aciertos mínimos hagan mantener al gobierno, aunque llegue acogotado a la próxima cita comicial, veamos:

1.      El gobierno debe relanzarse como siempre se ha hecho cada 16 de agosto; el presidente Abinader debe poner al frente de las instituciones a dirigentes más empáticos con la población, con mayor compromiso social y que tengan un concepto más humano de la gestión pública, menos tecnócratas y más políticos reconocidos, que entienden más los problemas diarios de la gente;

2.      Un gobierno tiene que parecerse a su pueblo, demasiados popis y blancos en un país cuya población mayoritaria es mestiza, mulata y negra. Tiene que acabar ese apartheid, que impide que los del color, que es la mayoría popular, pueda acceder a espacios de poder, el fenotipo del funcionarato no se parece a la gente y eso crea desconfianza, hora de que el presidente lo tome en cuenta para acercar su gobierno al pueblo llano y a los de a pies;

3.      Estamos en economía de guerra, sufriendo las secuelas de la pandemia de la Covid, que todavía no cede por completo, y los problemas geopolíticos de la conflagración, al cual no se ve el final cercano, lo que hace que la agenda de prioridad del gobierno sea la de asistir en esta desgracia a la gente, a los más vulnerables. El gobierno debe invertir la mayoría de los recursos en ir en auxilio de las clases medias y bajas, que la están pasando muy mal y que no saben ya más qué hacer con los exiguos emolumentos que reciben y la carestía de la vida;

4.      La mejor política del gobierno no es hablar de reelección, sino de solución, no es tratar de vender un optimismo irrealista, es hablarle con sinceridad y con la verdad al pueblo, no esconder la crisis como recomiendan los costosos asesores, que desean que el presidente le venda sueños a una población que vive día a día con la angustia de buscar lo mínimo para subsistir, hora de ser solidarios, francos, abiertos y efusivos con el pueblo; y

5.      El presidente Abinader tiene que mejorar sus relaciones con todo el mundo, con los de su partido, con los de la oposición, con el liderazgo social real, que se ha vuelto en crítica soez con su gestión, con los empresarios, que están nerviosos por las implicaciones en expedientes judiciales, que bien le pueden buscar la manera de restituir los recursos al Estado sin mayores penalidades, con los militares y policías; inclusive, con aquellos excluidos del servicio activo sin razón alguna, y hasta con aquellos sectores propensos a delinquir, para advertirles que la coexistencia pacífica es necesaria para evitar que el gobierno tenga que usar el aparato represivo del Estado, a los fines de garantizar la tranquilidad ciudadana.

Nuestro itinerante presidente conoce de confín a confín la República, solo basta que rompa un poco las formalidades y la parafernalia del poder, para que ponga sus oídos y su corazón al lado del sufrimiento diario de nuestro pueblo, que no aguanta más, que necesita de su comprensión en estos aciagos momentos para superar esta indescifrable e inesperada crisis.

El presidente Abinader tiene por delante dos años para demostrar de qué está hecho, si del molde de la mayoría de mandatarios insensibles y demagogos, que poco les importa la suerte de las mayorías, o de la estirpe de los estadistas, que no piensan solo en las próximas elecciones, sino en la prosperidad de su nación, aquellos donde su compromiso principal es con la gente. Con ello evitaría que por aquellos sobresaltos del destino o de la providencia, los oficialistas tengan que salir de los cargos intempestivamente, aporreados por el pueblo, ¡y, claro está, por la historia!

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