Redacción Ciencia.- El suicidio no es solo un problema de salud mental. Una serie de expertos sostiene que hay que cambiar la narrativa para tener en cuenta el impacto de factores sociales como la pobreza, la discriminación o los abusos, en la decisión de una persona para acabar con su vida.
Con motivo del Día Mundial para la prevención del suicidio, The Lancet Public Health publica una serie de seis artículos que abogan por un enfoque de salud pública que aborde los factores sociales además de los servicios de tratamiento clínico.
Los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que en 2019 se perdieron más de 700.000 vidas por suicidio, lo que equivale a 1.925 al día, o una cada 45 segundos.
Los servicios de tratamiento clínico son fundamentales para las personas en crisis suicida, pero las medidas preliminares que abordan los factores sociales también deben incluirse en las estrategias nacionales de prevención del suicidio para evitar que las personas lleguen al punto de crisis.
Factores como la pobreza, las deudas, las adicciones, la falta de vivienda, los abusos, la discriminación y el aislamiento social tienen también un peso en la decisión de una persona de plantearse el suicidio.
Abordar esos factores sociales requiere un replanteamiento de las políticas con un compromiso de todo el gobierno para responsabilizar a los políticos y a los responsables políticos de todos los sectores de las decisiones que puedan ayudar o dificultar los esfuerzos de prevención del suicidio, resumen Lancet.
A menudo se piensa que el suicidio es consecuencia de una enfermedad mental, pero hay factores sociales que «ejercen una gran influencia», destacó Jane Pirkis, de la Universidad Melbourne y una firmante de uno de los artículos.
Si estos se abordan «es probable que se reduzcan considerablemente las tasas de suicidio», por lo que -dijo- los expertos hacen un llamamiento a los gobiernos de todo el mundo para que adopten un enfoque de ‘prevención del suicidio en todas las políticas’, en el que se considere cómo las acciones en una serie de sectores pueden influir en el suicidio y su prevención.
Algunas intervenciones que proponen para abordar esos factores sociales son la adopción de políticas económicas para reducir la pobreza, como la legislación sobre el salario mínimo y las políticas de protección de los ingresos.
La regulación de productos comerciales, con políticas que limiten el consumo de alcohol y una mayor regulación de las plataformas de medios sociales, así como promover la legislación y un cambio cultural que puedan ayudar a reducir la violencia doméstica y los abusos.
Muchos suicidios son evitables y las estrategias de salud pública suelen ser las que más repercuten en la reducción de las tasas de suicidio de la población, recuerda Keith Hawton, de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y firmante del estudio.
La serie de artículos publicados por Lancet pone de relieve las «áreas clave» en las que se necesitan políticas de salud pública y ejemplos de su aplicación eficaz, por ello Hawton esperó que sirva «de inspiración a los responsables de la prevención del suicidio en todo el mundo para garantizar la aplicación de tales planteamientos en sus países y localidades.