«No hay nada oculto bajo el sol y sobre la tierra», dice el viejo adagio. ¡Cuánta razón tienen esas palabras!
Y bien lo sabe un funcionario tecnológico de este gobierno, quien entró al Estado tras dejar una estela de honras enterradas en el cementerio. Este innovador político acuchilló nombres, vejó trayectorias y caminó sobre los cadáveres de reputaciones que le sirvieron como escalera para alcanzar la cúspide.
Lo que no sabía el funcionario es que, así como actuó cuando era opositor, muchos ahora desean reunir su reputación en un corral para llevarla al matadero por el mismo camino.
La única diferencia es que, en la ruleta de la vida, unos enfrentan los obstáculos de frente, mientras otros se esconden como cobardes.