Madrid._ Los países afrontan la lucha contra el cambio climático con estrategias muy distintas de adaptación y de mitigación en lo relativo a la agricultura, y está por ver si reforzarán sus compromisos en la Cumbre del Clima que empieza este domingo en Glasgow (Reino Unido).
El Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) atribuye a los sistemas alimentarios entre 11 y 19 gigatoneladas de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y algunos estudios estiman que representan más de un tercio del total.
Si solo se toman en cuenta la producción primaria y el cambio del uso del suelo agrícola (incluida la deforestación), en 2018 se emitieron a la atmósfera 9,3 gigatoneladas, de las que 5,3 gigatoneladas procedían de las explotaciones agrícolas y ganaderas, según datos de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El 43,5 % de estas últimas se originaron en Asia; el 25,4 %, en América; el 17,3 %, en África; el 10,3 %, en Europa; y el 3,6 %, en Oceanía.
PLANES DE ADAPTACIÓN Y MITIGACIÓN
Casi todos los países han incorporado el sector agroalimentario en sus planes para reducir las emisiones y mejorar la adaptación al clima, aunque las recetas distan mucho entre ellas.
Mientras que la Unión Europea (UE) pretende lograr una agricultura más sostenible mediante la reducción del uso de insumos químicos y el fomento de la agroecología, Estados Unidos prefiere apostar por la agricultura de precisión y quiere atraer a países como Brasil y México en su estrategia.
En el sector agrario europeo miran con recelo las nuevas exigencias ambientales y defienden que ya están trabajando por la gestión sostenible de la tierra y la biodiversidad.
Así lo subraya a Efe el consejero político del Comité de organizaciones agrarias y cooperativas comunitarias (COPA-Cogeca), Niall Curley, para quien hace falta crear unos estándares y objetivos de adaptación y mitigación con el fin de evitar las disputas entre los países.
A su juicio, se necesitan «alternativas y compensaciones» antes de restringir el uso de químicos como fertilizantes e invertir en políticas agrarias que protejan las tierras de los agricultores y garanticen el futuro de las nuevas generaciones en el campo.
Un informe del Banco Mundial y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) señala que solo el 3 % de las finanzas climáticas se han destinado a la agricultura, si bien el apoyo público a la agricultura, repartido entre 79 países, asciende a 630.000 millones de dólares (unos 543.000 millones de euros), de los que el 85 % están considerados «potencialmente distorsionadores».
El miembro del Panel Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios Sostenibles (IPES-Food) Hans Herren asegura que «los subsidios gubernamentales todavía no van en la dirección de apoyar la transformación hacia la agroecología».
Explica que Brasil o Argentina siguen el mismo modelo agrícola de EEUU, al tiempo que en Asia se tiende aún a «copiar la Revolución Verde, que depende de los insumos externos en vez de ser más productivos en el tiempo con un modelo agroecológico, resiliente, sostenible y regenerativo».
AYUDA A LOS MÁS POBRES
En los países pobres, lamenta que la comunidad donante siga dando incentivos «equivocados», cuando podían haber ayudado a cubrir los riesgos de los agricultores que opten por el cambio de sistema.
Después de que en 2017 se creara el llamado grupo de trabajo de Koronivia para abordar los retos del sector primario en el marco de las negociaciones del clima, la experta del Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional (Cgiar) Ana María Loboguerrero apunta que los planes de adaptación difieren, ya que unos países están más avanzados que otros.
«En los últimos años ha habido un gran esfuerzo por hacer planes de adaptación para la agricultura y empezar a implementarlos», centrándose sobre todo en el uso eficiente del agua, la agroecología y la agricultura inteligente con el clima para aumentar la resiliencia y la productividad, detalla Loboguerrero.
En la COP26 de Glasgow, los países están llamados a alcanzar un objetivo global en términos de adaptación al cambio climático, aparte de reforzar los compromisos en reducción de emisiones y elevar la financiación para que las comunidades más vulnerables puedan afrontar eventos climatológicos adversos, inundaciones, sequías y la subida del nivel del mar.
La experta del Cgiar recuerda que muchos de los planes se han construido sobre una base local, ya que «no hay una práctica que sirva a todos», sino que la adaptación depende mucho del contexto y siempre «es importante contar con los agricultores». EFE
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