Una pareja, Gill y Warren Press, vivieron una experiencia olfativa desagradable durante un vuelo de 13 horas de París a un país asiático.
La odisea comenzó cuando se sentaron cerca de un perro, que Gill sospecha era un acompañante emocional, que empezó a liberar gases tras la cena.
Los Press, que habían pagado extra por asientos en clase económica «premium», intentaron obtener ayuda del personal de vuelo. Se les ofreció reubicarlos en dos asientos de clase económica destinados para el personal, pero optaron por quedarse en sus lugares originales. El problema empeoró cuando el perro se acercó aún más a ellos debido a la limitación de espacio.
Después de reportar el incidente y no recibir una respuesta inicial, la pareja se puso en contacto con la aerolínea. En respuesta, se les proporcionaron vales de regalo con un valor de $73 dólares. Sin embargo, al considerar que la compensación era insuficiente, dado que habían pagado por asientos más caros, la aerolínea finalmente les concedió dos vales de vuelo por un valor de $118 cada uno.
La historia, que se hizo pública a principios de este mes, ha sido motivo de asombro y humor para muchos, poniendo en relieve las peculiaridades que pueden surgir en los viajes aéreos.