La Tierra es plana, el hombre no pisó la Luna, las estelas de los aviones fumigan a la población con agentes químicos, y el cambio climático es un plan secreto para despoblar el mundo, todas son ideas diferentes pero con una cosa en común: son teorías conspirativas.
Y aunque todas ellas han sido desmontadas por la comunidad científica con evidencias y datos contrastados, millones de personas en todo el planeta creen ciegamente en alguna de estas teorías pero ¿por qué? ¿cómo son las personas que defienden y apoyan estos bulos?.
Pues no hay una respuesta sencilla: el éxito de las teorías conspirativas reside en una compleja combinación de rasgos de personalidad y de motivaciones.
Según un estudio publicado este lunes por la Asociación Americana de Psicología, las personas más proclives a creer en estas teorías son las que confían plenamente en su intuición, tienen un sentimiento de antagonismo y superioridad hacia los demás y perciben amenazas en su entorno.
En contra de la creencia popular, «los conspiracionistas no son personas simples o mentalmente enfermas» sino que son individuos que recurren a estas teorías «para satisfacer su falta de motivación y dar sentido a su angustia personal», explicó Shauna Bowes, investigadora de la Universidad de Emory y autora principal del estudio.
Hasta ahora, las investigaciones sobre lo que impulsa a los conspiracionistas se han centrado sobre todo en la personalidad y la motivación por separado pero el estudio de Bowes examina estos factores en conjunto para llegar a una explicación más unificada de por qué la gente cree en teorías conspirativas.
SEGURIDAD Y SUPERIORIDAD
Para hacer el estudio, el equipo utilizó datos de 170 estudios con más de 158.000 participantes, principalmente de Estados Unidos, Reino Unido y Polonia y se centró en los que medían las motivaciones de los participantes o los rasgos de personalidad asociados al pensamiento conspirativo.
Los investigadores descubrieron que, en general, las personas se sentían motivadas para creer en teorías conspirativas por la necesidad de comprender y sentirse seguras en su entorno y por la necesidad de sentir que la comunidad con la que se identifican es superior a las demás.
Pese a que muchas teorías conspirativas parecen arrojar luz y ofrecen una supuesta verdad secreta sobre acontecimientos confusos, la necesidad de cierre o la sensación de control no fueron las motivaciones más fuertes para respaldarlas.
Los investigadores descubrieron que las personas eran más propensas a creer determinadas conspiraciones cuando estaban motivadas por las relaciones sociales.
Por ejemplo, los participantes que percibían amenazas sociales eran más propensos a creer en teorías de la conspiración basadas en sucesos, como la teoría de que el gobierno estadounidense planeó los atentados terroristas del 11 de septiembre, en lugar de una teoría abstracta de que, en general, los gobiernos planean perjudicar a sus ciudadanos para conservar el poder.
Según Bowes, «estos resultados se ajustan en gran medida a un marco teórico reciente que avanza que los motivos de identidad social pueden dar lugar a sentirse atraídos por el contenido de una teoría conspirativa, mientras que las personas motivadas por el deseo de sentirse únicas son más propensas a creer en teorías conspirativas generales sobre el funcionamiento del mundo».
Los investigadores también descubrieron que las personas con ciertos rasgos de personalidad, como un sentimiento de antagonismo hacia los demás y altos niveles de paranoia, eran más propensas a creer en teorías conspirativas.
Los que creían firmemente en las teorías conspirativas también eran más propensos a ser inseguros, paranoicos, emocionalmente volátiles, impulsivos, desconfiados, retraídos, manipuladores, egocéntricos y excéntricos.
Los cinco grandes rasgos de la personalidad (extraversión, amabilidad, apertura, conciencia y neuroticismo) tenían una relación mucho menor con el pensamiento conspirativo, aunque para los investigadores eso no significa que los rasgos generales de la personalidad sean irrelevantes para la tendencia a creer en teorías conspirativas.
Bowes cree que las investigaciones futuras deberían llevarse a cabo teniendo en cuenta que el pensamiento conspirativo es complicado y que existen variables importantes y diversas que deberían explorarse en las relaciones entre el pensamiento conspirativo, la motivación y la personalidad para comprender la psicología general que subyace a las ideas conspirativas.