Jerusalén.- De la alfombra roja de Miami a las sinagogas de Israel; de estrella de la televisión latinoamericana a judía ortodoxa, dedicada al estudio del hebreo y la Torá. Ése es el camino recorrido por la actriz colombiana de telenovelas Maritza Rodríguez, que se llama Sarah Mintz en su nueva vida familiar en Jerusalén alejada de las cámaras.
«Es como volver a nacer sin tener que morir», explica en una entrevista con Efe en su casa sobre su nueva vida en el Estado Judío, al que llegó en abril y donde dice ha logrado centrarse más en su vida personal, familiar y espiritual.
Esta modelo y actriz, identificada como la villana de incontables telenovelas latinoamericanas, ha sustituido bikinis y prendas ajustadas por recatados vestidos y pelucas, en base al precepto «tzniut» del judaísmo, que obliga a vestir de forma modesta sin llamar la atención, y que en algunas de sus interpretaciones más estrictas establece no mostrar el cabello natural y llevar ropa que cubra codos y rodillas.
Su cambio comenzó hace casi una década, tanto como una búsqueda espiritual propia como por la tradición de su marido, el productor televisivo mexicano Joshua Mintz, judío religioso y con quien tiene dos hijos.
Tras un largo proceso de conversión, que culminó en 2018 con el cambio de nombre, Sarah decidió también alejarse del mundo de las telenovelas. Su última aparición fue en «Silvana sin lana», tras triunfar en otros títulos como «Perro amor», «Marido en alquiler», «La casa de al lado» o «El rostro de Analía».
«Vivir en Israel es un sueño, es un peldaño más en tu camino espiritual», señala desde el salón de su apartamento, en el corazón de la Ciudad Santa, decorado con obras de arte y banderas israelíes, así como con fotos suyas previas a su transformación.
«La gente me pregunta mucho para qué me metí en este rollo, para qué ser judía. Y mi respuesta siempre es que es tan fácil ser judío, cumplir todos los preceptos, vivir siguiendo la Torá. Mi pregunta es por qué no lo hacen ellos si es tan fácil», relata.
Su cotidianidad actual no podría estar más alejada del frenesí de la industria del entretenimiento de Miami, donde estuvo radicada varios años junto a su marido y que describe como «una vida anterior», sino que se centra en el estudio del hebreo y de la Torá y en la crianza de sus hijos, Akiva y Yehuda, mellizos de siete años.
«En el mundo de aquel lado uno tiene muchas distracciones o la vida corre distinto. Aquí se vuelve más básica y me encanta eso», señala la actriz, quien se refiere a Maritza y a Sarah como si fueran dos personas distintas, la primera más vinculada a «necesidades externas» y la segunda, la actual, centrada en lo interior.
La posibilidad de ponerse delante de una cámara la deja a la voluntad de Dios, pero ahora está entusiasmada con su carrera como coach espiritual; además de mantenerse muy activa en sus redes sociales, donde cuenta con millones de seguidores que con el tiempo se han ido acostumbrando a sus vídeos de contenido religioso y a su nueva apariencia.
Allí busca hoy naturalizar no solo su nueva forma de vestir sino también la vida judía religiosa. «La gente tiene mucha intriga sobre si uno puede ser feliz con Torá y mitzvot (preceptos). Piensan que uno puede ser muy aburrido, que no puede divertirse ni disfrutar del mundo», explica Sarah, que aspira a modificar esos prejuicios desde sus redes mostrando su día a día. «Las aventuras de Sarah en Israel», anticipa sobre el posible título.
Centrada en el estudio, la maternidad y las tareas del hogar, la situación política y el conflicto entre Israel y Palestina no figura entre sus preocupaciones. «No me afecta para nada», asegura Mintz, a quien no le inquieta que sus hijos tengan que servir en el Ejército israelí ya que «en este mundo no hay ningún lugar 100% seguro».
A mediados del pasado mes de mayo, a tan solo algunas semanas de radicarse en el país, la familia Mintz vivió de cerca la última escalada bélica entre Israel y las milicias palestinas de la Franja de Gaza, así como los episodios de violencia entre árabes e israelíes que se tuvieron lugar en paralelo. «Yo no soy una persona miedosa, no es parte de mi carácter», describe sobre cómo vivió aquellos días.
«No quiero decir que soy colombiana, pero sí, tengo el cuero duro. Aquí hay peligros que no se viven en otros países y aquellos países tienen unos peligros que aquí no se viven», menciona sobre las diferencias con Latinoamérica.
«Si yo llegara a estar en un momento de peligro, voy a estar bien al final, porque Dios decide para uno y lo que Dios decida para uno va a estar bien», concluye.