El artículo 128 de la Constitución dominicana establece que el
presidente de la República es el jefe de la Política Exterior. En ese sentido, toda acción tomada por cualquier subalterno del presidente en esa área es de la exclusiva
responsabilidad del mandatario. Asimismo, el artículo 70, párrafo II de la Ley No. 630-16, del 28 de julio de 2016, faculta al Ministro de Relaciones Exteriores a utilizar de la manera más idónea, de acuerdo a las necesidades del servicio, a los funcionarios y empleados de ese ministerio.
Hasta hace poco, los traslados administrativos de los funcionarios del servicio exterior se hacían por solicitud del funcionario mismo, o para resolver situaciones de una Embajada o Misión específica. Recientemente se ha producido en el Ministerio de
Relaciones Exteriores una avalancha de traslados administrativos en el servicio exterior, la mayoría de los cuales son arbitrarios. Se trata de un acontecimiento sin precedentes en la historia del MIREX.
Ahora bien, lo que más llama la atención es que, con el pretexto
de “utilizar de la manera más idónea” el personal, muchos funcionarios son trasladados a sedes donde su preparación académica y experiencia internacional, resultan prácticamente inútiles en el nuevo destino asignado. Por otra parte, resulta curioso el hecho de que dichos funcionarios son trasladados de un extremo del mundo al otro, regularmente de sedes ubicadas en el Primer Mundo a sedes en el Tercer Mundo, por
lo que el criterio vigente es el geográfico. En otras palabras, mientras
más lejos se envíe al funcionario de su sede actual, mejor. Incluso se han dado
casos en que los servidores han sido trasladados desde Latinoamérica hasta África, para sólo citar uno de los ejemplos disponibles.
Al efectuarse estos traslados masivos en medio de una pandemia, se incurre en un verdadero, inaceptable e inhumano atropello, sobre todo con
profesionales de la diplomacia que han estado sirviendo al país
durante muchos años y sin banderías políticas. Pocas personas saben que las mudanzas internacionales se hacen por la vía marítima y que los fletes, durante la pandemia,
están teniendo retrasos de varios meses y que también se han
encarecido enormemente. Por ejemplo, un flete desde China al
continente americano, que en tiempos normales costaba
alrededor de US$2,500, actualmente cuesta alrededor de
US$15,000.- A todo esto se suma el hecho de que el funcionario
trasladado debe avanzar, de sus propios bolsillos, los gastos de
su mudanza para luego solicitar al MIREX un reembolso, que
con mucha suerte y, sobre todo con buenas relaciones políticas,
en el mejor de los casos, después de muchos meses de
insistencia, les son reembolsados. Para agravar la situación,
muchas madres funcionarias han sido trasladadas a sedes muy
lejanas de donde estaban prestando servicio y donde habían
establecido su familia, en medio del año escolar de sus hijos,
poniéndolas en la disyuntiva entre desmembrar su núcleo familiar
o el renunciar de sus cargos por no poder asumir funciones en esos destinos lejanos.
Por tanto, no debería sorprendernos el hecho de que estos traslados administrativos arbitrarios estén siendo efectuados por personal muy joven y
no tan joven del Ministerio de Relaciones Exteriores que, en
ambos casos, no ha tenido nunca a su cargo el peso y la
responsabilidad de una familia y que ha demostrado muy poca
compasión con el sufrimiento ajeno. Lo que sí nos sorprende es
que estos atropellos sean ampliamente tolerados por el
Gobierno, que proyecta una imagen de valores familiares
sólidos y de principios cristianos. Ante esta situación surrealista
que se está viviendo en el MIREX, nos surgen espontáneamente
varias preguntas: ¿no habrá otro método menos mezquino para
crear nuevas vacantes en el servicio exterior dominicano? ¿Por
qué el mandatario es un testigo silente y pasivo de estos
abusos? ¿O es que estamos delante de un vacío de autoridad
peligroso donde las palomas se atreven abiertamente a desafiar
a las escopetas?¿O es que quizás a quienes percibimos como
escopetas en el gobierno, son en realidad las palomas?