El presidente de EE.UU., Joe Biden, acaba de sumergirse de lleno en la campaña para las elecciones de noviembre. Lo hizo en un escenario que conoce bien, el Congreso, mostrándose cómodo y, en ocasiones, incluso desatado, al responder en directo a los republicanos que le interrumpían a voces.
Fue el gran discurso que necesitaba para disipar las dudas sobre su edad, 81 años, que han surgido entre los votantes, incluso entre aquellos cercanos al Partido Demócrata, acerca de su capacidad para gobernar durante otros cuatro años.
Las alabanzas hacia Biden se repitieron en las principales cadenas de televisión estadounidenses, que ejercen una gran influencia sobre la opinión pública, sentando las bases para la campaña contra el expresidente Donald Trump (2017-2021), quien ya camina sin oposición hacia la nominación del Partido Republicano.
En ABC, el periodista Jon Karl reconoció que «fue una noche muy importante para Biden», mientras que en CBS el comentarista republicano Terry Sullivan admitió que «tuvo mucha energía» y «pilló desprevenidos a los republicanos».
La comentarista Alyssa Farah, quien trabajó para Trump en la Casa Blanca, reconoció en CNN que la parte del discurso sobre migración «fue realmente buena».
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Uno de los cambios de opinión más notables fue el del demócrata David Axelrod, uno de los principales asesores de Barack Obama (2009-2017). Hasta ahora se había mostrado muy crítico con Biden por su edad, pero esta noche reconoció en MSNBC que «dominó» el Congreso.
Éxito en las formas y el contenido
El presidente acertó con el tono: «Fue animado, pero no resultó estridente. Fue el tono justo», dijo a EFE Michael Cornfield, profesor de Política de la Universidad George Washington.
De esa forma, el discurso resultó ser un éxito tanto en el contenido, presumiendo de cómo su política había beneficiado a la clase media, como en la forma, con el mandatario mostrando una mayor energía de lo habitual y respondiendo en directo a los republicanos que lo abucheaban e insultaban, llamándolo «mentiroso».
La legisladora ultraconservadora Marjorie Taylor Greene fue una de las más disruptivas, como en años anteriores.
Al llegar Biden al hemiciclo, se puso una gorra roja con el lema de campaña de Trump: «Make America Great Again» (Hacer a Estados Unidos grande de nuevo), y le entregó un pin con el rostro de la estudiante de Georgia Laken Riley, asesinada el mes pasado supuestamente por un migrante venezolano.
En un momento del discurso, Greene comenzó a gritar a Biden para que mencionara el nombre de la joven asesinada y, en un gesto inesperado, este respondió al estallido levantando el pin que la legisladora le había entregado y pidiendo a los republicanos que aprueben medidas para fortalecer la frontera, algo a lo que se han negado hasta ahora.
Durante toda la comparecencia, Biden contrastó la «honradez y la decencia» que él dice representar frente a la «ira, el odio y la venganza» de Trump, a quien no llegó a mencionar por su nombre y al que se refirió en una quincena de veces como «predecesor» o «expresidente».
Un discurso que eclipsa a Trump
Trump tiene el camino despejado para asegurarse la nominación republicana y enfrentarse a Biden en noviembre desde el miércoles, día en que la exembajadora de EE.UU. ante la ONU Nikki Haley anunció su retirada de la contienda electoral ante sus pobres resultados en las primarias del supermartes.
La intervención del presidente fue también especial porque le permitió hablar directamente a los estadounidenses, colándose en sus casas a través del televisor, explicó a EFE la analista política Yamila Pino.
El discurso sobre el estado de la Unión, que los dirigentes pronuncian anualmente ante ambas cámaras del Congreso, suele alcanzar a una audiencia de millones de personas. En 2023 congregó a 27 millones y las cadenas posiblemente darán a conocer las cifras del de este año el viernes.