Quedan pocas dudas de la urgencia que tiene el presidente de mover sus fichas políticas, sociales y electorales ante las demandas complejas, tanto en el mando del Estado, como en el control de las instituciones del Partido Revolucionario Moderno. Tiene necesidades impostergables en el tren de gobierno, con las salidas abruptas de sus dos ejes de campaña, hablamos de Lisandro Macarrulla y de Roberto Fulcar, pues aunque este último se mantiene en la cercanía del mandatario, el ex ministro de la Presidencia, quien le acompañó desde sus pre campaña a la presidencia, tendría dificultades de confiabilidad, efectividad y de eficiencia para concitar apoyos internos y externos para sus nuevas y justificadas aspiraciones.
Pensemos en el respaldo financiero, social y electoral de un nuevo proyecto, con la incertidumbre estratégica de apostar por un candidato presidencial, un Senado mayoritario, amotinado contra la propia dirección del partido, pues entiende que sus intereses personales están por encima de los intereses generales del partido y de la continuidad del equilibrio político, social y electoral del propio gobierno. ¿Quién arriesgaría sus recursos en una operación política que ofrece más dudas que certezas, hasta para quienes están en la primera línea?
Ver un presidente prescindir de sus fichas claves de la precampaña y de la campaña, respondiendo a la filtración de presunta corrupción, venida de un acuerdo de Ministerio Público con un imputado, quien se convierte, de buenas a primeras, en aliado del ministerio, sin que un Juez reciba la acusación formal de ese Ministerio Público, solo para complacer a la manipulación de informaciones interesadas, las cuales responden al propósito de desgastar al propio gobierno y al partido, y así lastrar los apoyos sociales conquistados en la elecciones del año 2020.
Vive el partido Revolucionario Moderno, lo que describe José Lezama Lima, el ilustre poeta cubano, cuando dice en uno de sus versos, que “el goce de un Ciempiés es la encrucijada”. Solo así se puede explicar el caos institucional que exhibimos, en el gobierno, el Congreso, con el propio sistema de Justicia Penal, y el innegable cuestionamiento que se ejerce hoy en el Senado a la jerarquía de la autoridad del partido. Compañeros: ¿dónde está la influencia, la persuasión, la coacción y la autoridad en el ejercicio de poder?