El panorama electoral dominicano luce aún confuso de cara a los procesos comiciales que se llevarán a cabo en febrero y mayo del próximo año, en los cuales se escogerán, primero, las autoridades municipales, y posteriormente los gobernantes de elección directa, esto es, presidente y legisladores.
Para muchos, el tramo de febrero tiene una significación singular, estableciendo que el resultado de las municipales pudiera perfilar el desenlace de mayo.
Sin embargo, no necesariamente tiene que ser así de simple, pues cada proceso tiene sus particularidades, y si bien una victoria de cualquiera de las formaciones en febrero tendría un impacto en cuanto a percepción con miras a mayor, siempre hay que tomar en cuenta que cada elección es única.
Es lo que sucede con el balotaje, donde no necesariamente el triunfo en primera vuelta da por descontado que se ganará en segunda. De hecho, en nuestro país existe el referente del único balotaje desde que se estableció esa modalidad en la reforma constitucional de 1994.
Como se recordará, José Francisco Peña Gómez ganó la primera elección de mayo de 1996 con un 47% frente a un 38 de Leonel Fernández, quien, merced a un acuerdo con el presidente Joaquín Balaguer, viró el marcador para triunfar en la segunda vuelta de junio de aquel año.
Se podría argüir que eso fue posible por el peso enorme del doctor Balaguer. Es posible. Pero al final cuentan los resultados.
Ahora bien, el argumento de esta entrega es la proyección de escenarios posibles en los procesos venideros, dado que son variadas las opciones que se pueden barajar, todas ellas con pros y contras, como es entendible.
Una de estas apunta a un acuerdo municipal entre los partidos de la Liberación Dominicana y Fuerza del Pueblo, entendimiento eventual que, a mi modo de ver el escenario, le plantearía a la FP más daño que beneficio.
Pactar con el PLD en las municipales significaría entregarse a los brazos de la cúpula que fue la causa eficiente de que el doctor Fernández decidiera dar un portazo tras el primer trauma que provocó la utilización del voto electrónico en las primarias peledeístas de octubre de 2019, cuyo corolario de desastre se coronó en las municipales de febrero de 2020.
¿A santo de qué tendría el presidente Fernández que oxigenar a la cúpula morada? Ese sería el resultado del acuerdo PLD-FP.
Pero viene la otra disyuntiva: pactar con el Partido Revolucionario Moderno no sería menos arriesgado, con la diferencia de que podría obtener mejores resultados.
En definitiva, lo que se avecina será un juego de tácticas y estrategias, en el cual sacará la mejor parte quien las juegue inteligente.