Singapur.- El papa Francisco celebró este jueves una misa para unos 50.000 fieles en ‘Sport hub» de Singapur, uno de los centros deportivos más tecnológicos del mundo, y en el país en el que destacan, dijo, «sus grandes y audaces arquitecturas», lo que le inspiró a explicar que detrás de cualquier obra lo importante «es el amor que construye».
En un Singapur multireligioso, en torno al 43% de sus más de cinco millones de habitantes son budistas, cerca del 20 % son cristianos, el 14% musulmanes y también existe un pequeño porcentaje de hindúes y la Iglesia Católica cuenta actualmente con 176.000 fieles.
Y ante el gran número de peticiones para asistir a la misa, tuvo que efectuarse un sorteo para asistir.
El papa llegó al imponente estadio cubierto en un carrito de golf y recorrió el perímetro del estadio durante media hora mientras decenas de niños se le acercaron y recibieron caramelos y rosarios del pontífice
Bajo la cubierta que incorpora una pantalla LED que, con 20.000 metros cuadrados, es una de las mayores del mundo, Francisco afirmó en su homilía que «incluso en el origen de estas imponentes construcciones, como en el de cualquier otro proyecto que deja una huella positiva en este mundo, no está en primer lugar, como muchos piensan, el dinero, ni la técnica, ni siquiera la ingeniería, sino en definitiva el amor, el amor que construye”.
Y agrego que aunque «de hecho, no existe una obra buena detrás de la cual no haya, tal vez, personas brillantes, fuertes, ricas, creativas, aunque sean siempre mujeres y hombres frágiles, como nosotros, para los cuales sin amor no hay vida, ni impulso, ni razón para actuar, ni fuerza para construir».
«Si no fuera por eso, aquí nadie habría podido hacer crecer una metrópolis tan grande, los arquitectos no habrían hecho proyectos, los obreros no habrían trabajado y nada se habría podido realizar», añadió.
Y explicó que «detrás de cada una de las obras que tenemos ante nosotros hay muchas historias de amor por descubrir. Historias de hombres y mujeres unidos entre sí en una comunidad; de ciudadanos comprometidos con su país; de madres y padres preocupados por sus familias; de profesionales y trabajadores de todo tipo y grado».
Por la mañana, Francisco había pedido a las autoridades salarios dignos para los trabajadores migrantes en esta ciudad,cerca de un millón, y que en muchos casos viven segregados y apartados de la sociedad.
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En uno de los países más ricos del mundo, donde vive uno de los mayores números de millonarios, advirtió de que «engañándonos al pensar que podemos ser los autores de nosotros mismos, de nuestra riqueza, de nuestro bienestar, de nuestra felicidad; sin embargo, al final la vida acaba por devolvernos a la única realidad, la de que sin amor no somos nada».
El papa concluyó con la misa su jornada en Singapur y mañana tras ir a un centro para ancianos y el encuentro con los jóvenes regresará a Roma después del viaje más largo de su pontificado, 12 días y cuatro países (Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur.