sábado, abril 27, 2024

Es hora de reconocer nuestros errores: reflexión sobre la imperfección del comportamiento humano

Una de las realidades más difíciles de aceptar, que tenemos los seres humanos, es reconocer nuestros errores. Con alta expectativa estimo que si nos realizáramos un examen interno de manera integral, analizando nuestro comportamiento para con nuestra familia, amigos, compañeros, jefes o clientes, desconocidos y demás, nos percataríamos de que los desaciertos, fallas, equivocaciones, yerros, descuidos, en fin, nuestros errores, son parte neurálgica de nuestras vidas.

Si me preguntaran qué tengo en común con el resto de la humanidad, entre otras cosas, no dudaría en contestar: “cometer errores”. Ahora bien, algo no tan usual, frecuente o habitual, es identificar personas que puedan considerar, en algún momento, que se han equivocado, que son imperfectos, que cometen errores. 

La sensatez es la herramienta óptica que nos permite observar la conciencia, para evaluar nuestro accionar; al momento que hacemos uso de ella de manera honesta, nos damos cuenta del poder que tiene el arte de “reconocer nuestros errores”.

Para lograr esto último, debemos poner en práctica la afabilidad para con nosotros mismos, no nos podemos castigar, menospreciar, sentir que al cometer una equivocación estamos perdiendo puntos en la evaluación de la vida. Es todo lo contrario, no existe mejor oportunidad, enseñanza o profesor que la experiencia del revés, de las malas decisiones, de las caídas y contrariedades que nos presenta el desafío simple de vivir. 

Ahora bien, para lograr una buena instrucción como consecuencia de incurrir en una falta, debemos proponernos aprender de ella, haciéndose necesario tener y emplear la cualidad, virtud o don de la modestia, que nos permitirá desligarnos de nuestro inseparable orgullo y todos sus atavíos: ínfulas, soberbia, arrogancia, vanidad, entre otros adornos malignos que lo decoran; lo cual nos permitirá realizar un examen detallado de los errores cometidos, identificar sus causas y determinar el nivel de participación de nuestra responsabilidad sobre lo sucedido, para poder trazar un plan de aprendizaje de dicha experiencia, con la intención de no volver a cometer el mismo fallo u ocasionar algún daño a nuestro entorno. 

Lo manifestado precedentemente, es la única forma de obtener una evolución emocional y aprendizaje verdadero, que nos ayude cada día a ser mejores personas o, por lo menos, intentarlo. El talento natural que poseemos para cometer errores, la capacidad de reconocerlos y aprender de ellos, es lo que nos transforma en verdaderos seres humanos, reales y auténticos, con posibilidades de mejorar y evolucionar de manera constante.

Culminamos esta reflexión con la siguiente cita de Santiago Ramón y Cajal: “Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia”.

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