Hablan los periódicos de que turbas de haitianos irrumpieron un almacén de comida de la Zona Franca Binacional de Juana Méndez, sin que hubiera una alteración del orden público fronterizo, como declarara el ministro de Defensa, Carlos Luciano Díaz Morfa. Se dice que bandas armadas dominan el norte y sur de Haití, pero los objetivos de estas bandas son económicos y de opinión pública, pues se desentienden de los objetivos políticos, electorales y democráticos en Haití.
Dominan estas bandas, según los medios de comunicación, todas las actividades, sin que ningún jefe de bandas tenga el control de los ayuntamientos, de los ministerios y direcciones generales del Estado haitiano. Quisiera saber si el ministro de Educación de Haití es alguno de los bandoleros, pues vimos al canciller de Haití, el doctor Geneus hablar en el podio donde hablaron todas las representaciones, de todos los países, de los problemas que tiene su nación, lo que significa un reconocimiento de la comunidad de naciones, al primer ministro Ariel Henry.
Los organismo internacionales como la ONU, la DEA y otros, juegan con este drama del pueblo haitiano, con la única finalidad de obtener fondos y donaciones, a fin de crear y diseñar programas de asistencia y de acciones humanitarias y sociales de corte emocional, nunca instrumentales, como es el caso de más de 10 programas que, tanto la ONU, la DEA y la Unión Europea, a través de España, Francia, Holanda, Bélgica, Suecia y otros miembros, los cuales han fracasado en sus meta, porque han partido de premisas subjetivas de los propios organismos, o de los prejuicios de los donantes, con relación a las necesidades sentidas y objetivas de Haití.
Describe la ONU una catástrofe humanitaria en Haití, sin explicarle al mundo, ni rendir cuenta por su gestión de la Misión para la Estabilización Democrática en Haití, la cual, tuvo el control y tutela internacional de Haití por espacio de 14 años y la administración de fondos, superiores a los US$12,000 Millones de dólares, sin que se conozca un bien permanente dejado por las Minustah, en Haití. Hoy tenemos a las bandas criminales como treta o coartada del fracaso de estas entidades, admitido por el propio Luis Almagro, secretario general de la ONU. Una ataraxia que tratan de disfrazar con su visita al país, los expresidentes Álvaro Uribe, de Colombia, y Luis Alberto Lacalle, de Uruguay, cuyos gobiernos refrendaron los despropósitos de chilenos, brasileños, argentinos y nepalíes en Haití, sin siquiera pedir cuenta, ni Kofi Annan o a Ban- Ki Moon, sobre sus gestiones en Haití.
Tenemos más dudas que certezas sobre la real o supuesta crisis política en Haití, si analizamos los episodios que reflejan los medios y las declaraciones de líderes políticos y empresariales, con relación al control de un 70% de los almacenes de combustibles en Haití. Si el primer ministro haitiano le pide al gobierno dominicano un protocolo para suplir a esa nación, de carburantes desde la República Dominicana, sin que reciba respuesta de su contraparte dominicana, a pesar de los nexos de sociedades de empresarios haitianos, de ese sector, quienes comparten ese negocio con empresarios dominicanos. Solo tenemos la certeza de preguntarle a todos estos hechos y dolores del pueblo haitiano y la angustia dominicana.
¿Quién o quiénes son los grandes beneficiarios de todo este caos? Es que el poder político y social solo le da permanencia y mantiene invariable lo que le conviene.-