Cada mañana, como una rutina que desafía el peso de los años, doña Julia barre el frente de su casa. Tiene 83 años y, aunque el cuerpo ya no responde con la misma energía de antes, el deseo de mantener su hogar limpio y ordenado es más fuerte que cualquier cansancio.
Su vivienda, ubicada en el Ensanche Ozama, al este de la capital, es el mismo lugar donde hace más de cuatro décadas levantó los cimientos de su familia. Allí, crió a sus cinco hijos, con amor, sacrificio y una esperanza que no se apaga, ni siquiera ante las adversidades.
"Mi mamá me trajo aquí cuando yo tenía siete años… y ya tengo ochenta y tres", dice Doña Julia, con la mirada perdida en la casa que poco a poco se deshace, como los recuerdos que guardan sus paredes.
Con la partida de su esposo y la muerte de su hijo Amancio a los 15 años, la casa ha sido su refugio y su compañía. Pero ahora, esta vieja amiga está dando señales de que el tiempo se está llevando lo que queda de ella.
El techo, que alguna vez ofreció protección, ahora gotea, y las maderas que sustentan las paredes están desgastadas. El baño, una estructura precaria, está afuera de la casa, y el peligro de que algo más se derrumbe sobre ella es constante. La humedad, las goteras y el zinc deteriorado han hecho que Doña Julia se vea obligada a refugiarse en la casa de una de sus hijas.
Luciana Tejada, su hija, quien sobrevivió al cáncer de mama y actualmente está desempleada, habla con fuerza sobre el amor que su madre le brindó en sus peores momentos, y cómo ahora siente que es su turno de cuidar a quien siempre la apoyó. "No ha sido fácil, pero el Señor me ha dado la fortaleza para ayudarme… y ayudar a mi mamá", dice Luciana, con una determinación que refleja el amor incondicional que une a madre e hija.
A pesar de la fragilidad de su hogar y de su salud, Doña Julia sigue aferrada a los recuerdos que esta casa guarda, un testimonio de su vida, de sus sacrificios, y de la historia que no quiere dejar ir. “Lo único que quiero es que la casa no se me moje, que no esté en esta condición para yo poder volver a mi casa”, dice con esperanza, mirando la casa que algún día, si el destino lo permite, será su refugio una vez más.
Mientras tanto, su hija Luciana sigue luchando, buscando una solución para reparar la vivienda que, como la vida misma, necesita de un rescate urgente. Aquellos que deseen colaborar con esta causa pueden comunicarse al teléfono (809) 714-2980.