Era julio de 2017 y Solmayra Vargas subía al escenario para recibir el Premio Roche de Periodismo en Salud, un reconocimiento que no solo validaba una serie de reportajes sobre cáncer de piel, sino una forma de entender el periodismo: como herramienta educativa, como puente entre ciencia y comunidad. La periodista venezolana, formada en comunicación y educación para la salud, había pasado los últimos meses viajando entre comunidades costeras y andinas, recopilando historias y mitos sobre fotoprotección. El resultado, "Piel bajo la lupa", se convirtió en una de las piezas más premiadas y replicadas de la región.
Hablar con Solmayra es descubrir que cada dato puede ser contado como una historia. Para ella, el rigor científico no está reñido con la calidez narrativa. "Lo más importante no es solo saber cuántos casos de melanoma hay por año, sino qué piensa una madre cuando ve una mancha en la espalda de su hijo y no sabe qué hacer", explicó en una de las charlas posteriores al premio. Su método es claro: escuchar primero, traducir después. Convertir estadísticas en preguntas simples. Usar ejemplos de la vida real para hablar de salud.
Su proyecto ganador combinó reportajes impresos, pódcast, infografías y un documental televisivo. Habló con oncólogos, con pacientes, con adolescentes que no se aplicaban protector solar por "verse mejor". Cada pieza cerraba con una acción concreta: revisar un lunar, consultar a un médico, compartir el contenido. A los dos meses de emitirse el documental, hospitales registraron un aumento de consultas dermatológicas. En escuelas públicas se usaron los videos como recurso pedagógico. El hashtag #PielBajoLaLupa fue tendencia entre jóvenes que descubrieron que la salud también puede contarse desde Instagram.
Pero más allá del premio, lo que definió el momento fue el discurso de Solmayra. Al recibir el galardón, habló no de sí misma, sino de quienes habían compartido su historia. "Este premio es para quienes no han leído la ciencia escrita con letras de esperanza", dijo. Fue su forma de recordarle a la audiencia que el periodismo no es solo información, sino también empoderamiento.
Tras el Roche, su trabajo encontró nuevas plataformas. Fue becada para formarse en visualización de datos, lanzó un chatbot que responde dudas sobre lesiones cutáneas, produjo una serie de pódcast sobre avances en teledermatología. Su contenido ha llegado a miles de usuarios que ya no ven el bloqueador como un lujo, sino como una rutina. Formó a jóvenes periodistas que hoy cuentan historias de salud desde salas de prensa o cuentas en TikTok. También colaboró con ONG que utilizan sus recursos en jornadas médicas rurales.
Lo que distingue a Vargas no es sólo el conocimiento, sino la manera de ponerlo al servicio de la gente. No hay dramatismo en su estilo, pero sí urgencia. No hay tecnicismo innecesario, pero sí profundidad. Sabe que los cambios empiezan cuando la audiencia se reconoce en lo que escucha. Y en "Piel bajo la lupa", la región entera se vio reflejada. La serie tuvo eco en países vecinos, donde fue subtitulada y replicada por televisoras educativas.
La periodista ha insistido en la necesidad de incluir la prevención del cáncer de piel en la agenda escolar y laboral. Ha diseñado manuales para docentes, alianzas con farmacias y tutoriales para personal de peluquerías y salones de belleza, donde muchas veces se detectan los primeros signos de alarma. Su concepto de salud es intersectorial: involucra familia, comunidad, empresas y medios.
A casi una década de aquel reconocimiento, su nombre sigue ligado a un periodismo que no se queda en la superficie. Solmayra defiende una comunicación con mirada clínica y lenguaje de barrio. Ha sido ponente en congresos de dermatología, formadora de voceros comunitarios y autora de guías para periodistas especializados en salud. Su legado es simple y poderoso: contar para cuidar. Y en tiempos de bulos, de titulares alarmistas y de saturación informativa, su trabajo demuestra que la verdad también puede conmover, educar y salvar.
El caso de Solmayra Vargas y el Premio Roche de 2017 queda como ejemplo de cómo una crónica bien hecha puede tener el mismo impacto que una vacuna: prevenir desde el saber, salvar desde la palabra. Su voz no solo fue premiada, fue escuchada. Y sigue resonando.






