La Selección Argentina Sub-20 ya hizo una parte de historia en este Mundial de Chile. Superó la barrera de los cuartos de final y alcanzó las semifinales después de 18 años, algo que no sucedía desde Canadá 2007, justamente el último certamen juvenil que ganó la Albiceleste. Lo hizo tras superar a México por 2 a 0, confirmando que es un equipo sólido y serio que puede aspirar a lo máximo. El miércoles, desde las 20, se enfrentará con Colombia, que viene de eliminar a España.
Esta Sub-20 tiene una marca registrada. Los pibes dirigidos por Diego Placente cuentan con una facilidad para convertir rápidamente. Salvo con Italia, en el resto de los partidos, arrancó ganando casi desde el vestuario. Y con México repitió ese patrón. Antes de los 10 minutos, el conjunto argentino ya ganaba 1 a 0, con un gol convertido por Maher Carrizo.
Esta vez no fue el goleador Alejo Sarco el que anotó de entrada, como había pasado en los otros partidos en los que se dio esta situación. Fue Carrizo, quien ofició del 9 del Bayer Leverkusen para entrar desde atrás al área rival y capturar el rebote que dio el arquero Ochoa a un remate de Valentino Acuña, tras un pase de un inquieto Prestianni.
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El jugador del Benfica fue de lo mejor de Argentina en esa primera etapa, ya que después de que el equipo de Placente retrocedió en el campo, el ex Vélez le daba aire cuando agarraba la pelota y encaraba a pura velocidad a todo mexicano que se le parara por delante. Estaba endiablado y utilizaba muy bien su cuerpo para cubrir la pelota cuando la jugada lo requería y hacer así una pausa.
Del otro lado, Carrizo, que había sido figura con Nigeria, también aportó su talento en este encuentro ante México, hasta que Placente lo sacó en el segundo tiempo, dado que no va a poder contar con él en la semifinal con Colombia. Es que el futbolista de Vélez recibió otra amarilla (ya tenía una) y no podrá jugar el próximo encuentro.
Pero si algo demostró Placente -además de darle una identidad a la Sub-20, algo que nunca tuvo con Javier Mascherano, su predecesor, al mando- es tener diversidad y versatilidad táctica para acomodar al equipo a lo largo de este torneo. De hecho, nunca repitió una formación y con México no fue la excepción. Le saca jugo a los cambios nominales y también a los esquemas.
De hecho, este sábado por la noche, Argentina arrancó con un 4-2-3-1 y cuando defendía se paraba 5-4-1, con Tomás Pérez metiéndose entre los centrales y Delgado jugando por delante suyo, con Acuña, que retrocedía, al lado.






