Santo Domingo. - En el corazón de Santo Domingo Oeste permanecen dos de las construcciones coloniales más valiosas del país, hoy envueltas en abandono, desatención y un uso improvisado que contrasta con su valor histórico.
Se trata de las Ruinas de Engombe y el Palacio de Palavé, edificaciones del siglo XVI que, lejos de recibir el tratamiento patrimonial que merecen, sobreviven entre la maleza, la falta de vigilancia y la ausencia de un plan oficial que impulse su conservación y aproveche su potencial turístico.
Un patrimonio que se deteriora en silencio
Las Ruinas de Engombe conforman uno de los pocos conjuntos arquitectónicos coloniales que se mantienen en pie fuera del casco histórico de Santo Domingo. Pertenecieron al antiguo ingenio Engombe, uno de los centros productivos más importantes de la época colonial, ubicado a orillas del río Haina. Entre sus estructuras destacan la casa grande, la iglesia y los restos de instalaciones del ingenio.
Pese a su relevancia arqueológica y cultural, Engombe enfrenta un deterioro progresivo. Aunque el área no está llena de basura, un hecho que sorprende por la falta de supervisión estatal, el abandono es evidente.
Dentro del conjunto existe incluso una vivienda, habitada por una familia que se ha establecido allí de forma permanente. Según explica la residente, esta casa, ubicada dentro de los límites del Parque Mirador Oeste, fue vendida a su padre por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). La alta casa de estudios, de acuerdo con sus declaraciones, desarrolló en el pasado proyectos habitacionales destinados a empleados en esta zona.
Sin embargo, llama la atención que dentro del área protegida solo exista esta única vivienda, lo que plantea interrogantes sobre su origen, legalidad y el nivel de supervisión sobre el espacio patrimonial.
Engombe, por sus amplios espacios y estética colonial, se ha convertido también en un escenario recurrente para sesiones fotográficas, grabación de videos musicales y contenido audiovisual, lo que confirma el atractivo del sitio, pero también su vulnerabilidad. Sin supervisión adecuada, las estructuras quedan expuestas a daños accidentales, intervenciones no autorizadas y un desgaste acelerado.

El Palacio de Palavé: historia entre la maleza
A unos minutos de Engombe, en la comunidad de Hato Nuevo, Manoguayabo, se levanta el Palacio de Palavé, una de las edificaciones coloniales más enigmáticas del país. Construido en piedra y con un diseño que ha generado múltiples interpretaciones históricas, Palavé es un símbolo que ha resistido siglos, pero no ha logrado vencer el abandono contemporáneo.
Contrario a la creencia popular, el Palacio de Palavé no forma parte del Parque Mirador Oeste, ni se ubica dentro de sus terrenos. Su verdadero entorno es una zona residencial en expansión, donde el monumento se encuentra cada día más aislado y deteriorado.
Actualmente, la estructura está sumida en la maleza, con grandes paredes grafitadas y áreas que evidencian años sin mantenimiento. A falta de protección, el lugar se ha convertido en un espacio informalmente utilizado por jóvenes que practican ejercicios. Aunque esto demuestra que la comunidad encuentra valor en el sitio, también plantea la urgencia de un uso regulado que proteja el monumento y le otorgue un propósito cultural o turístico sostenible.
Engombe y Palavé podrían convertirse en un verdadero corredor turístico-cultural para Santo Domingo Oeste, capaz de atraer visitantes, generar empleo y reforzar la identidad local. Cuando se recorren estos espacios, se da cuenta de que tienen todo lo que en otros países sería motivo de desarrollo inmediato que son historia colonial palpable, una estética única, una ubicación estratégica y un enorme potencial para integrarse en rutas educativas, culturales o recreativas.
En Engombe, por ejemplo, sus distintas estructuras permiten imaginar circuitos interpretativos sobre la historia del azúcar, la esclavitud y la arquitectura colonial. Sus áreas abiertas invitan a pensar en museografía al aire libre, actividades culturales, visitas escolares y proyectos de restauración con fines turísticos.
El Palacio de Palavé también podría transformarse en un centro cultural, un pequeño museo comunitario, un espacio para actividades artísticas o un punto de observación histórica. Conservando su arquitectura, se convertiría en un atractivo para visitantes nacionales y extranjeros.
Algo que salta a la vista, y que impresiona, es la contradicción de que la comunidad sí está presente, pero el Estado no. Al camina por Engombe y Palavé, se encuentran familias, jóvenes que hacen ejercicios, creadores de contenido grabando videos o sesiones fotográficas, y personas que simplemente van a conocer el lugar.








