Goiás.- La centenaria procesión del Fogaréu, que se realiza desde hace 278 años en la ciudad de Goiás, abrió desde las primeras horas del día las celebraciones del Jueves Santo en Brasil, el país con más católicos en el mundo.
A pesar del Jueves Santo no ser un día festivo en Brasil, a diferencia de la mayoría de países latinoamericanos, esta procesión multitudinaria se prolongó varias horas durante la madrugada.
Después de una representación teatral callejera de la Pasión de Cristo, centenas de personas ocuparon las afueras de la iglesia Nuestra Señora de la Buena Muerte de Goiás, ciudad ubicada a 270 kilómetros de Brasilia.
Los feligreses, portando antorchas y entonando cánticos religiosos, esperaron a que el reloj marcara el inicio del jueves y las luces del Centro Histórico, declarado como Patrimonio Mundial Cultural por la Unesco en 2001, se apagaran.
La procesión partió de la puerta del Museo de Arte Sacra de Buena Muerte al son de la percusión de los tambores de los «farricocos», como se llaman a los cuarenta encapuchados descalzos que representan a los soldados romanos que capturaron a Jesús.
Con la luz viva de las antorchas para iluminar el paso en las calles oscuras, los fieles acompañaron la procesión por las adoquinadas vías del centro de la ciudad de arquitectura colonial.
La tradicional procesión, considerada la principal fiesta católica en el estado de Goiás, y que marca el inicio de la Semana Santa en el país, fue traída a Brasil por el sacerdote español José Perestrelo de Vasconcelos Spíndiola en 1745.
Con sus túnicas coloridas y una capucha puntiaguda, los «farricocos» y los devotos marcharon hasta la iglesia de San Francisco de Paula, desde donde se devolvieron hasta el punto de partida.
El discurso
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En un discurso pronunciado por un religioso, se exaltó la campaña «fraternidad y hambre», que con un versículo del evangelio de San Mateo, anima a los católicos: «dadles vosotros de comer».
También criticaron aparentemente al Gobierno del ahora expresidente Jair Bolsonaro, por su apología del uso de las armas, diciendo: «pero nuestros gobernantes, en vez de destinar recursos públicos para combatir el hambre y alimentar a los vulnerables, destinan tales recursos a las armas».
El rito católico que se celebra desde hace casi tres siglos solo tuvo un hiato de dos años, en 2020 y 2021, debido a la pandemia de covid, que causó al menos 700.000 muertos en Brasil.
