Redacción.- Hoy se conmemoran 51 años del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 que derrocó al gobierno de Salvador Allende y puso fin a la democracia chilena. Este evento violento y abrupto terminó con la «vía chilena al socialismo», un intento de alcanzar el socialismo a través de la democracia y no de la revolución.
Chile, en ese entonces un ejemplo de democracia, demostró que un proyecto de izquierda podía ser alcanzado por las urnas. Sin embargo, el golpe ejecutado bajo el mando del general Augusto Pinochet, con la complicidad de la CIA y de Henry Kissinger, consolidó una dictadura militar que se extendió hasta los años noventa.
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Hoy también recordamos la trágica muerte de Salvador Allende, que se considera un suicidio heroico, y la de Pablo Neruda, cuya muerte está envuelta en sospechas de envenenamiento. Ambos líderes no vivieron para ver el oscuro y sangriento periodo de la dictadura que siguió durante 17 años. Allende había jurado enfrentar el golpe con valentía, respondiendo a su ministro del Interior: «¡Jamás, moriré en mi deber!».
Nueve días antes de su muerte, Neruda escribió un conmovedor testimonio desde su residencia en Isla Negra, denunciando el ataque contra el gobierno de Allende y la injusticia del golpe.
“Aquí en Chile se estaba construyendo, entre inmensas dificultades, una sociedad verdaderamente justa, elevada sobre la base de nuestra soberanía, de nuestro orgullo nacional, del heroísmo de los mejores habitantes de Chile. De nuestro lado, del lado de la revolución chilena, estaban la Constitución y la ley, la democracia y la esperanza. Del otro lado no faltaba nada. Tenían arlequines y polichinelas, payasos a granel, terroristas de pistola y cadena, monjes falsos y militares degradados. Unos u otros daban vueltas en el carrusel del despecho. Iban tomados de la mano el fascista Jarpa con sus sobrinos de “Patria y Libertad”, dispuestos a romperles la cabeza y el alma a cuanto existe, con tal de recuperar la gran hacienda que ellos llamaban Chile”.
A pesar de los desafíos, Allende sigue siendo un símbolo de la izquierda, que buscó construir una sociedad socialista de manera pacífica y respetuosa de los derechos humanos.
