Santo Domingo.- La prostitución es un tema complejo que involucra una variedad de experiencias y circunstancias. Detrás de cada mujer que se dedica a esta actividad, hay una historia única y muchas veces dolorosa.
Algunas mujeres ingresan a la prostitución debido a la falta de oportunidades económicas, la falta de educación o la necesidad de sostener a sus familias. Otras son víctimas de trata de personas, obligadas a prostituirse contra su voluntad.
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En las sombras de la noche, donde las luces destellan promesas y los susurros de la ciudad se mezclan con el palpitar del deseo, se encuentra Rubí Segura, una joven de 26 años. Su nombre es apenas un murmullo entre los callejones, donde la realidad es áspera y la esperanza es un lujo que pocos se pueden permitir.
Segura no eligió este camino, pero la vida la empujó a él con una fuerza incontenible. Criada en un hogar marcado por la pobreza y la violencia física y sexual, tuvo que abandonar la escuela a temprana edad, donde los sueños de un futuro mejor se desvanecieron ante la cruda realidad de tener que sobrevivir en un mundo implacable
Nos cuenta que a temprana edad fue incorporada por una amiga a la “venta de su cuerpo”. Pero, cuando decidió despertar de su cruda realidad se encontraba sumergida en la drogadicción, depresión, discriminación y el alcoholismo.
Rubí sueña con un mañana donde pueda dejar atrás las sombras y abrazar la luz, un día donde su historia sea más que la de una prostituta, donde su voz sea escuchada y su dolor sea sanado.
Stefany Rodríguez, alias “La China”, una joven de piel mulata es otra mujer que se vio atrapada en la trampa de la prostitución en busca de una salida económica rápida.
Tentada por una amiga que le abordó con la promesa de dinero rápido y fácil que la industria del sexo ofrecía, lo que parecía una solución temporal pronto se convirtió en una pesadilla sin un final feliz.
Rodríguez es madre de dos hijos, y se encuentra atrapada en un ciclo de explotación y abuso, donde su cuerpo se convirtió en una mercancía para ser comprada y vendida. La vida en las calles la expuso a peligros constantes y sufrimientos inimaginables, dejando cicatrices físicas y emocionales que nunca desaparecerán.