Haina, San Cristóbal.– La comunidad de Haina aún no logra reponerse del impacto emocional provocado por la tragedia en la discoteca Jet Set, que arrebató la vida a decenas de personas, muchas de ellas pertenecientes al grupo de envejecientes conocido como los Haineros Dorados.
El dolor se respira en las calles, en los negocios, en cada rincón del municipio, donde la pérdida colectiva ha dejado una herida profunda. “Aprendí lo que es la palabra empatía. Esta tristeza no es solo de los haineros, es de todo el país. Yo nunca había visto algo tan fuerte como esto en República Dominicana”, expresó Félix, uno de los munícipes.
Para muchos, abril debió ser declarado mes de duelo nacional. Aun así, con la resignación a cuestas, los comunitarios tratan de encontrar la fuerza para seguir adelante. “El mundo no se va a detener, pero el país está triste. Mira las calles, mira la gente. Se siente en todas partes”, dijo Cristóbal Pimenter, otro munícipe afectado.
Las personas se abrazan en la fe, en la solidaridad, en la memoria de quienes se fueron. “Dios no quiere que se pierdan vidas humanas, pero hay que darle gracias y encontrar la manera de levantarnos”, expresó otro comunitario.
Entre el dolor, también quedó una espina: muchos esperaban que el cuerpo del merenguero Ruby Pérez, también víctima de la tragedia, fuera llevado aunque sea unos minutos al Polideportivo de Haina, como homenaje a su tierra natal y al colectivo de víctimas.
“Él era de aquí, siempre mencionaba a Haina en sus conciertos. Mucha gente vino al poli esperándolo, se quedó esperando verlo por última vez”, lamentó Sharina Reyes.
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La decisión de no traerlo dejó a muchos con el corazón más roto. Aunque entienden que fue voluntad de la familia, sienten que Ruby también merecía ser parte del velorio colectivo que se realizó por los suyos en Haina. “Aunque fuera 10 minutos, solo pasar por aquí. Eso hubiera sido un gesto que nos habría dado consuelo”, manifestaron.
Hoy, la comunidad se aferra a la memoria, a la fe y al deseo de justicia, mientras el eco del dolor aún retumba en cada esquina de San Cristóbal.