Cada año, cuando el mundo se prepara para despedir el calendario y dar la bienvenida a un nuevo comienzo, existe una pregunta que despierta curiosidad global: ¿cuál es el primer país en celebrar el Año Nuevo? La respuesta la comparten Samoa y Kiribati, dos naciones insulares del Pacífico que, por su ubicación geográfica, reciben antes que nadie el cambio de fecha.
Ambos territorios se encuentran próximos a la línea internacional de cambio de fecha, un límite artificial establecido en 1884 que separa dos días consecutivos del calendario. Gracias a su posición cercana al lado occidental de esta línea, que sigue aproximadamente el meridiano 180°, aunque con múltiples desviaciones, Samoa y Kiribati se adelantan al resto del mundo, incluso a países como Nueva Zelandia y otras islas del Pacífico.
La línea internacional de cambio de fecha recorre el planeta de polo a polo, pero no lo hace de forma recta. Su trazado zigzaguea para adaptarse a fronteras políticas y territorios insulares, como el extremo oriental de Rusia, las Islas Aleutianas de Alaska y varias islas del océano Pacífico.
Al cruzarla hacia el oeste, se avanza un día; al hacerlo en sentido contrario, se retrocede en el calendario, una particularidad que la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) describe como una especie de “viaje en el tiempo”.
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En el caso de Kiribati, su estatus como uno de los primeros lugares en recibir el Año Nuevo no siempre fue así. Hasta mediados de la década de 1990, la línea de cambio de fecha dividía al país en dos días distintos, lo que complicaba la administración y las actividades comerciales. Para solucionar este problema, el Gobierno impulsó un cambio que desplazó la línea más de 2,400 kilómetros hacia el este, permitiendo que todas las islas del país compartieran el mismo día calendario.
Gracias a esta decisión, Kiribati consolidó su posición privilegiada en el mapa del tiempo mundial, junto a Samoa, como los primeros territorios en despedir el año viejo y dar la bienvenida al nuevo, mientras gran parte del planeta aún espera que el reloj marque la medianoche.






