Cada vez que ocurre un feminicidio, la historia se repite: medios de comunicación y parte de la sociedad buscan desesperadamente una explicación.
“¿Por qué lo hizo?” es la pregunta que se instala en los titulares y en las conversaciones, como si existiera una respuesta válida que pudiera justificar el asesinato de una mujer.
Y, lamentablemente, la respuesta suele construirse a partir de narrativas que minimizan la responsabilidad del agresor y revictimizan a la mujer asesinada.Se habla de “crímenes pasionales”, de infidelidades reales o imaginarias, de crisis emocionales y hasta de “amor”.
Se cuestiona si la víctima “hizo algo” para provocar la ira del agresor, como si su vida y su dignidad dependieran de haber seguido las reglas de un sistema que, históricamente, ha normalizado la violencia de los hombres sobre las mujeres.
En ese intento de explicar lo inexplicable, se les da voz a los asesinos para que cuenten su versión, como si fueran víctimas de sus propios impulsos y no responsables de un crimen atroz. Pero el verdadero “por qué” de un feminicidio es estructural.
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Se encuentra en una sociedad que aún tolera y justifica la violencia machista, en un sistema judicial que muchas veces falla en proteger a las víctimas y en una cultura que enseña a los hombres que tienen derecho a controlar y poseer a las mujeres.
No hay motivos, excusas ni atenuantes: el feminicidio es el punto final de una historia de violencia sistemática y silencios cómplices.
Es momento de cambiar la pregunta. No es “¿por qué lo hizo?”, sino “¿cómo evitamos que siga ocurriendo?”. La respuesta está en educar en igualdad, en fortalecer las instituciones de protección, en exigir justicia sin contemplaciones y en cambiar el discurso que da espacio a los agresores para justificar lo injustificable. Porque mientras sigamos buscando razones donde solo hay violencia, seguiremos perpetuando la impunidad y condenando a más mujeres a ser parte de una estadística mortal.
En la República Dominicana, la violencia intrafamiliar está tipificada en la Ley 24-97, promulgada el 27 de enero de 1997. Esta ley sanciona los asesinatos de mujeres en contextos de violencia doméstica; sin embargo, no establece el feminicidio como un delito autónomo, lo que limita la capacidad del sistema judicial para abordar de manera específica y efectiva este tipo de crímenes.
Rosa Escoto/Periodista y politóloga