Cuando no había Internet ni redes sociales, los periódicos eran una especie de mandamiento de Moisés. Lo que allí se publicaba era palabra de Dios y por ende tenía que ser verdad absoluta.
El frutero de la esquina solo leía y, aunque no entendiera ni una vocal, asentía con la barbilla. El empleado que se dirigía hacia su trabajo en transporte público se empapaba de la información para discutir con sus compañeros de labores, bajo el argumento de que su relato concordaba con lo publicado en aquel impreso.
En los programas radiales y televisivos, los comunicadores debatían con periódico en mano frente a las cámaras o dentro de las cabinas, como si fuera un arma de reglamento. Ningún pensamiento podía salirse del marco de lo escrito en los medios de comunicación, ya que de lo contrario sería mentira.
En pocas palabras, las sociedades solo conocían la verdad de los medios tradicionales mediante un único esquema vertical de informaciones. No por nada le llamaban a la prensa “El Cuarto Poder”.
Pero todo eso se derrumbó en un santiamén. Con la llegada del Internet y las redes sociales, todos nos hemos vuelto un ente de comunicación y por tal razón, también tenemos una verdad que contar.
No se enfoquen solo en las “FakeNews” como si fueran cosas de hoy. La mentira y la manipulación siempre han existido. Lo que hay es que combatirlas con más libertad y menos censura.