Cumplimos la alegría y la dicha que sentimos todos los miembros del Partido Revolucionario Moderno, con el gran encuentro de nuestra familia política, con el propósito de mejorar y validar nuestras normas internas de convivencia, expresada en los estatutos de nuestra organización. Una iniciativa con la cual nuestra máxima dirección busca mejorar la confiabilidad, la eficiencia y la efectividad de nuestros servicios a la República, a la sociedad y los ciudadanos.
Celebramos este evento, el cual debería servir, más allá de los trámites electorales y legales, de conexión institucional y emocional de la dirección del partido con todas sus bases, pero también de instrumento de cohesión social, comunitaria y cívica de nuestra gestión de gobierno del Estado con las necesidades de la población y la sociedad, quienes nos han confiado la solución de sus grandes necesidades materiales y espirituales.
Van mis parabienes para los hombres y mujeres comprometidos en el éxito de este cónclave democrático, con la esperanza en Dios, de que todos nuestros dirigentes y delegados le den la lectura debida, a la oportunidad y la confianza que depositó el pueblo dominicano el 15 de marzo y el 5 de julio de 2020, en todos nosotros.
Rogamos la buena voluntad de todos, convocantes y convocados, en ponernos a la altura de la solidaridad, la generosidad y la espontaneidad de toda una nación, la cual nos regaló su voto, para el ágape electoral que permitió la juramentación del presidente Luis Abinader y la vicepresidenta Raquel Peña, así como la juramentación de los demás cargos electos.
Evitemos el uso burocrático y lucrativo del triunfo electoral, y pensemos en un ejercicio político, democrático, social y solidario de nuestras funciones, a fin de ganar la buena voluntad electoral de todas esas personas, quienes se sacrificaron, pero otros arriesgaron hasta sus vidas para que hoy el partido esté donde está, a cambio de nada, más con la esperanza de que las cosas cambien.
Coloquemos nuestro partido delante de la sociedad y de los ciudadanos, en sus grandes demandas todavía insatisfechas. Ampliemos las sinergias sociales, cívicas, comunitarias e intelectuales que permitieron nuestro triunfo electoral, pues Dios y ese pueblo que puso en nuestras manos el don de gobernar, por olvidar que la victoria no da derechos, sino obligaciones, pudiera castigarnos con la desmesura que muchos exhibimos.