Santo Domingo. - Ser niño debería ser sinónimo de ternura, seguridad y juegos. Pero en República Dominicana, cada vez más menores viven una realidad muy distinta, marcada por el maltrato, el abuso y el abandono.
Desde 2020, más de 45 mil niños y adolescentes han sido asistidos por el Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI) tras sufrir algún tipo de violencia. Solo en los primeros meses de este 2024, más de mil casos de agresiones físicas o sexuales han sido registrados, muchos de ellos ocurridos en el lugar donde se supone que los niños están más seguros, en su propia casa.
Los casos recientes estremecen por su brutalidad. Entre ellos, el de María Gil, una adolescente de 17 años conocida como “Anahí”, quien fue encontrada con signos de violación y golpes severos en unos matorrales de la avenida Ecológica, en Santo Domingo Este.
Había salido el viernes 16 de mayo a visitar a su abuela, pero nunca regresó. Fue hallada inconsciente al día siguiente, con lesiones múltiples, y murió cuatro días después en estado crítico. La joven dejó huérfana a una bebé que acababa de cumplir su primer año de vida.
Su hermana, María Naomi Gil, expresó con dolor:“Ella llegó convulsionando… la mató, abusó de ella, la arrastró como un animal. Le destrozó el cráneo. Un hombre de 42 años no debería mirar a una niña de 17. Eso fue lo que pasó”, denunció.
El principal sospechoso, según los familiares, es Mario Abreu Lara, alias “Ramón”, quien fue la última persona que estuvo con ella.
Otra historia que ha conmocionado al país es la del pequeño Carlos Daniel Díaz Peña, de apenas dos años, asesinado presuntamente por su madrastra, Elisa Valdez, mientras estaba al cuidado de su padre, David Díaz, quien había conocido a la mujer tan solo tres meses antes.
El niño murió el martes 13 de mayo, con evidentes signos de violencia y quemaduras. Su abuela materna, Yaneris Vicente, recordó entre lágrimas:
“Ese niño solo repartía amor desde que se levantaba. ¿Cómo le apagan así la vida a un ser tan inocente?”
También en Cristo Rey, Luis Gabriel Díaz, de la misma edad, fue golpeado brutalmente por su padrastro tras una discusión con la madre del menor. Los vecinos aseguran que los signos de maltrato eran evidentes, pero nadie intervino a tiempo.
“Muchos sienten miedo de denunciar, porque temen verse envueltos en un proceso judicial. Hay que facilitar las denuncias y fomentar la empatía”, señala la psicóloga infantil Angélica García.
La violencia infantil no es solo un drama personal, es una crisis social. En 2022, Santo Domingo Este fue la zona con más denuncias por violencia intrafamiliar y de género: 28,552 en total. En lo que va de 2024, ya suman 17,458 casos, de los cuales 2,079 corresponden a delitos sexuales, según la Fiscalía.
El portavoz del CONANI, Samir Saba, hizo un llamado a la acción. “Hay que identificar las señales de riesgo a tiempo. No podemos esperar a que ocurran tragedias para actuar.”
A nivel global, el panorama es igualmente alarmante. Un informe de UNICEF estima que 400 millones de niños en el mundo son víctimas de disciplina violenta. En República Dominicana, el 29% de las víctimas de delitos sexuales son menores de edad.
Aunque la Ley 136-03 establece con claridad los derechos y la protección integral de niños, niñas y adolescentes, su aplicación sigue siendo débil y desigual.
El abogado Miguel Guerrero, advierte que el sistema de justicia muchas veces no responde con la prontitud ni el rigor que estos casos exigen.
Para la psicóloga Angélica García, uno de los mayores errores de los adultos es la excesiva confianza. “No todo el que se acerca tiene buenas intenciones. Hay que observar cambios en el comportamiento del niño, estar atentos a señales como insomnio, miedo, regresiones o conductas sexualizadas.”
Y agrega que muchos agresores son personas cercanas, que incluso viven bajo el mismo techo, padrastros, vecinos, tíos, cuidadores… personas que nunca levantaron sospechas hasta que fue demasiado tarde.
Mientras las cifras crecen y los nombres de víctimas se acumulan, el país debe preguntarse cómo proteger mejor a sus niños. Porque detrás de cada caso hay un menor que no tuvo la oportunidad de crecer, jugar ni soñar. Y mientras sigamos callando, el peligro seguirá estando dentro de casa.