La salud planetaria, una disciplina en constante evolución, aborda la compleja interacción entre la salud humana y animal, y la integridad de nuestros ecosistemas naturales. Fenómenos como la deforestación y la contaminación no solo amenazan la biodiversidad, sino que también pueden desencadenar la aparición de enfermedades zoonóticas, aquellas que se transmiten de animales a humanos, poniendo en riesgo la salud pública global.
Esta realidad genera desafíos, conocidos como límites planetarios, que incluyen: cambio climático, consumo de agua dulce, contaminación del agua, acidificación de los océanos, pérdida de biodiversidad, contaminación ambiental, cambios en el uso del suelo, reducción de la capa de ozono y cambios biogeoquímicos, entre otros.
Esta gráfica explica cómo los límites planetarios afectan nuestra salud, ya que, según expertos, seis de los mencionados están alcanzando su punto de inflexión, es decir, el punto en el cual el daño es irreversible.
La gráfica del Stockholm Resilience Centre, de la Universidad de Estocolmo, revela de manera impactante los continuos y vertiginosos daños que afectan la salud de nuestro planeta, nuestra morada compartida.
«Un concepto importante que hay que tomar en cuenta al hablar de salud planetaria es el antropoceno, que se refiere a la era geológica del hombre y su impacto en la salud del planeta. Esto hace referencia a que la salud del planeta está siendo afectada por las acciones y comportamiento del hombre en la tierra», asegura la doctora Milagros Almonte, especialista en nutrición y salud pública de NUMED, un centro especializado en Nutrición y Medicina del Ejercicio.
En ese sentido, destaca que para comprender y poder mitigar el impacto de estos factores en la salud humana se requiere un enfoque multisectorial, porque es necesario abordar la problemática desde todas sus perspectivas.
Cambio climático
Durante décadas, el cambio climático ha sido tema de conversación, pero rara vez se aborda su impacto en la salud a nivel mundial.
Se ha evidenciado que el cambio climático incide directamente en la salud global, al incrementar los eventos climáticos extremos y alterar los patrones de enfermedades infecciosas, a la par que agrava las condiciones de salud crónicas.
A nivel local, un ejemplo palpable del impacto del cambio climático es el aumento alarmante de los casos de dengue. Este fenómeno tiene una estrecha relación con las condiciones climáticas, pues a medida que la temperatura aumenta, se propaga de manera más intensa el mosquito Aedes aegypti, vector responsable de la propagación de esta enfermedad.
Esto nos da a entender que las enfermedades transmitidas por vectores se relacionan de diversas maneras con la salud planetaria, como es el caso de la malaria y el dengue, que reaccionan al cambio climático. «Esto se puede mitigar mediante acciones que disminuyan el cambio climático, la deforestación y la contaminación, así como también emprendiendo acciones de vigilancia epidemiológica más robustas, con el fin de detectar a tiempo focos de infección», indicó la doctora.
Degradación ambiental y aumento de enfermedades crónicas
La degradación ambiental y la contaminación del aire pueden contribuir al aumento de enfermedades crónicas, como las respiratorias y cardíacas, a través de la exposición a tóxicos y al estrés por calor. La consecuencia de la inseguridad alimentaria es la malnutrición y enfermedades crónicas, como la obesidad y la sarcopenia.
Entonces, surge la pregunta: ¿Cómo pueden los sistemas de salud adaptarse para abordar los desafíos emergentes relacionados con la salud planetaria?
El doctor Richard Mariné, nutriólogo clínico de NUMED, afirma de manera contundente que la calidad del aire que respiramos guarda una estrecha relación con nuestra salud cardiovascular y respiratoria.
Los contaminantes del aire, como las partículas finas (PM2.5) y los óxidos de nitrógeno, pueden penetrar profundamente en los pulmones y el torrente sanguíneo, exacerbando o causando enfermedades respiratorias como asma, bronquitis y cáncer de pulmón. Además, se ha demostrado que la exposición a largo plazo a la contaminación del aire incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares, incluyendo hipertensión, infartos y accidentes cerebrovasculares.
Es sabido que la contaminación del aire, también afecta indirectamente la salud pública, porque limita la actividad física al aire libre y altera los ecosistemas naturales que sostienen la vida. “Además, hay un impacto psicológico asociado con la degradación ambiental, que puede manifestarse en términos de estrés, ansiedad y una disminución en la calidad de vida”, indica la especialista.
La pérdida de biodiversidad altera los ecosistemas y favorece la aparición de enfermedades. De igual manera, los patrones de consumo y producción insostenibles contribuyen al cambio climático y a la degradación ambiental.
¿Qué hacer frente a esta realidad?
Los sistemas de salud pueden adaptarse poniendo en marcha políticas que consideren los determinantes ambientales de la salud, fortaleciendo la infraestructura sanitaria y promoviendo prácticas sostenibles dentro del sector salud.
El doctor Mariné destaca que es necesario promover la reducción del desperdicio de alimentos y fomentar la economía circular. También, es vital la protección de los ecosistemas y sus especies para mantener los beneficios que estos aportan a la salud humana.
Precisa que la cooperación internacional en la promoción de la salud planetaria es crucial para abordar problemas que trascienden fronteras, como las pandemias globales.
“Iniciativas como las que realiza la Organización Mundial de la Salud y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas son ejemplos de esfuerzos conjuntos para promover la salud planetaria que todos debemos apoyar con nuestras acciones”, afirmó.