Santo Domingo.- – El béisbol dominicano perdió este martes a una de sus figuras más emblemáticas con el fallecimiento de Octavio Dotel, exlanzador de Grandes Ligas, quien murió a los 50 años tras ser rescatado de entre los escombros de la discoteca Jet Set, cuyo techo colapsó en la madrugada durante una presentación artística.
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Más allá de su poderosa recta o su característico temple en la lomita, Dotel será recordado por una carrera marcada por su capacidad de adaptarse a cada nuevo reto, dejando huellas imborrables en cada una de las 13 organizaciones de Grandes Ligas que defendió. Un récord que, lejos de señalar inestabilidad, reflejó su valor como brazo confiable, competitivo y profesional.
“Al principio fue un proceso tedioso, pero después me acostumbré. Ya conocía que los equipos con los que firmaba no estaban en la pelea y pensaba que un movimiento vendría en camino”, relató Dotel sobre sus constantes cambios de uniforme. Desde su salida de Houston en 2004, entendió que el béisbol era, además de pasión, un negocio dinámico.
Fue negociado en seis ocasiones y firmó como agente libre otras seis. Estuvo presente en nueve campos de entrenamiento y convivió con más de 600 compañeros de equipo. En una ocasión, mientras jugaba para los Piratas, se enteró por televisión que había sido traspasado a los Dodgers. En otra, siendo parte de los Esquivadores, fue cambiado a los Rockies, su rival de turno: “Solo tuve que recorrer el túnel y ya estaba en mi otro club”.
Dotel acumuló 758 juegos lanzados, 109 salvamentos, más de 1,100 ponches, y fue clave en la conquista de la Serie Mundial 2011 con los Cardenales de San Luis. También fue parte del histórico equipo dominicano que ganó el Clásico Mundial de Béisbol 2013. Su carrera es sinónimo de consistencia, entrega y resiliencia.
Su vida fuera del diamante también fue motivo de orgullo. Inspirado por su hermana, fundó OD Gym for Kids, una escuela de gimnasia que hoy forma a más de 600 niñas en el Colegio Sabiduría y Baluarte, en Santo Domingo. El proyecto, además de su éxito deportivo, reflejó el compromiso de Dotel con el desarrollo de la juventud dominicana.
Su esposa, Massiel, fue su compañera de ruta en cada mudanza, encargada de empacar, buscar hogar y acompañar cada transición de ciudad. “Cuando llegaba a un nuevo equipo hacía mi bulla y me comportaba tal como soy”, decía Dotel, quien se mantuvo fiel a su esencia sin importar la camiseta.
Hoy, el béisbol despide no solo a un gran lanzador, sino a un ser humano admirable, que vivió intensamente su carrera, que dejó una impronta de entrega y profesionalismo, y que sirvió como faro para cientos de jóvenes dominicanos que sueñan con llegar a las Grandes Ligas.