viernes, febrero 14, 2025
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Participación Ciudadana y su intolerancia al cuestionamiento periodístico

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Desde el siglo XVIII, con el nacimiento del Daily Courant, el periodismo ha evolucionado como un oficio fundamental para el desarrollo de la sociedad, siendo hoy en día una extremidad que mantiene la llamada democracia.

Los practicantes de esta, a veces maltratada, profesión tienen como herramienta cuestionar, poner en duda lo que pareciera incuestionable y, sobre todo, aclarar aquellas cosas que se encuentran en la oscuridad. Este rol no es un capricho, es más bien un compromiso con la verdad.

Todo periodista tiene el derecho —y el deber— de dudar. Esa duda es lo que impulsa a las preguntas incómodas, las investigaciones profundas y las historias que no son tan agradables a quienes prefieren el silencio. Sin embargo, lo que un periodista nunca debería hacer es juzgar. Su labor no es emitir sentencias, sino exponer hechos y contrastarlos con diversos puntos de vista y testimonios para que sea el público quien llegue a sus conclusiones.

En tiempos donde cualquiera con un micrófono, una cámara o una red social se hace llamar “periodista”, hay que recordar la diferencia entre informar y opinar. No todo comentarista, “opinólogo” o influencer es periodista solo por tener acceso a un medio de comunicación. El periodismo se ejerce con responsabilidad, ética y una metodología que va mucho más allá de la simple expresión de ideas.

Así como el periodista tiene la libertad de cuestionar, el entrevistado tiene el derecho de responder o de guardar silencio. Pero lo que nunca debería hacer es ofenderse por ser cuestionado, ni atacar a quien le pregunta, y esto deberían saberlo más aquellas figuras públicas, funcionarios y responsables de instituciones que manejan recursos públicos o se deben a la gente. En una sociedad democrática, preguntar no es un acto de provocación, es un ejercicio de responsabilidad cívica. Quien se siente interpelado puede aprovechar el espacio para aclarar, explicar o incluso disentir, pero jamás para descalificar al mensajero por el simple hecho de cumplir con su deber.

Este principio aplica a todos, incluyendo organizaciones como Participación Ciudadana. Si convocan a una rueda de prensa, deben estar preparados para enfrentar preguntas fuera del tema central, aunque parezcan difíciles y más cuando se trata de algo en la palestra. Si no están dispuestos a responder, entonces sería mejor limitarse a enviar una nota de prensa y esperar, al azar, que los medios quieran o no replicar su propaganda. La intolerancia hacia las preguntas revela más sobre quien se molesta que sobre quien las formula.

El periodismo no está para agradar. Está para preguntar, porque solo preguntando se construye una sociedad informada y, por ende, más libre.

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