El 8 de septiembre de 1839 nació Gregorio Luperón en Puerto Plata uno de los patriotas más admirados de la historia dominicana, hijo de Pedro Castellanos y Nicolasa Duperón (pellido de origen francés que luego se transformaría en Luperón), desde joven mostró una personalidad firme, heredada en gran parte de su madre, mujer trabajadora y ejemplo de coraje y dignidad.
Su formación intelectual se inició gracias al misionero protestante William Towler, quien no solo le enseñó a leer y escribir, sino que sembró en él una pasión profunda por la lectura y la comprensión del mundo. Esa base educativa, unida a su experiencia como capataz en una hacienda en Jamao, propiedad del francés José Eduardo Duboq, forjó en Luperón el liderazgo, la resistencia física y el carisma que más tarde lo convertirían en figura clave de la historia nacional.
Apenas con 22 años, al estallar la crisis nacional provocada por la Anexión a España en 1861, Luperón se alzó enérgicamente contra lo que consideró una traición a la patria. Su oposición activa al régimen anexionista lo llevó a ser encarcelado en Puerto Plata. Sin embargo, logró escapar y se exilió en Haití, México y luego en Estados Unidos. Desde allí, en febrero de 1863, regresó clandestinamente al país y se sumó al levantamiento del Cibao que dio inicio a la Guerra de la Restauración el 16 de agosto de ese mismo año.
Durante la contienda, fue rápidamente reconocido como General por su magnetismo y capacidad militar, y designado jefe superior de operaciones en la zona de Santo Domingo. Su valentía lo llevó a enfrentar y hacer retroceder las fuerzas españolas bajo el mando de Pedro Santana, consolidando la causa restauradora en el norte del país.
Pero sus luchas no terminaron con la salida de las tropas españolas en 1865. En la nueva etapa de la Segunda República, Luperón se convirtió en guardián celoso de la soberanía nacional, enfrentando sin tregua a quienes intentaron vulnerarla. Combatió las pretensiones anexionistas del expresidente Buenaventura Báez, especialmente sus intentos por arrendar la bahía de Samaná a potencias extranjeras y unir el país a los Estados Unidos.
En 1870, al mando del vapor “El Telégrafo”, atacó puertos dominicanos para impedir estos planes, aunque su expedición fue perseguida y la nave confiscada por los ingleses, acusándolo de pirata.
La fuerza simbólica y política de Luperón no menguó. En 1879 asumió brevemente la presidencia provisional, iniciando un gobierno liberal que sentó las bases del desarrollo institucional. Al dejar el cargo, confió la continuidad de su programa a Fernando Arturo de Meriño, sacerdote y patriota a quien consideró digno sucesor.
En su rol como diplomático, fue designado Ministro Plenipotenciario en Europa, donde impulsó acciones beneficiosas para el país, como la instalación del primer cable trasatlántico y la promoción de productos dominicanos en nuevos mercados. También abogó por la reducción de la deuda externa heredada de gobiernos anteriores.
El ascenso al poder de Ulises Heureaux en 1882 lo llevó nuevamente al exilio, esta vez en Saint Thomas. Desde allí continuó su oposición al régimen autoritario de Lilís mediante la palabra y la escritura, dejando como legado sus “Notas Autobiográficas y Apuntes Históricos sobre la República Dominicana”.
Gravemente enfermo, Luperón regresó a su tierra natal invitado por el propio Heureaux. Murió en Puerto Plata el 21 de mayo de 1897. Al día siguiente, fue sepultado con honores, dejando tras de sí un ejemplo indeleble de patriotismo, dignidad y entrega absoluta a los más altos intereses de la nación.