El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ha comenzado a mostrar signos claros de recuperación. Según la encuesta publicada por RC Noticias y Quantum Analytics en mayo de 2025, el PLD alcanza un 24.7% en simpatía partidaria, superando a la Fuerza del Pueblo (18%) y ubicándose como la segunda fuerza del país, detrás del oficialista PRM (42.6%).
De manera similar, el estudio de opinión social y política publicado en abril de 2025 por VRA sitúa al PLD con un 18.3%, también por encima de la Fuerza del Pueblo (16.7%) y sólo detrás del PRM (36.9%). En ambos estudios, el PLD se reafirma como una marca política relevante, con potencial competitivo.
Sin embargo, esta recuperación del partido no se traduce directamente en el posicionamiento de sus principales figuras. Hay un desfase evidente entre el crecimiento de la marca PLD y la proyección de quienes aspiran a representarla. Esto indica que el problema del partido no radica solamente en elegir un candidato hoy o mañana, sino en cómo sus liderazgos se conectan con el electorado actual.
No se trata de un tema de calendario. Se trata de comprender que estamos en una nueva era de la comunicación política, donde las formas tradicionales de hacer campaña y construir liderazgo están quedando atrás. Como señala el sociólogo Byung-Chul Han en Infocracia (2022):
“El poder ya no se impone mediante la represión, sino a través de la seducción de datos y la saturación de información. Quien no sabe comunicar no tiene poder, aunque tenga la razón.”
En este nuevo escenario, el liderazgo se construye más por presencia continua y narrativa emocional que por estructura o trayectoria. El electorado, especialmente el joven, no responde a los símbolos del pasado, sino a las emociones del presente. Quiere cercanía, autenticidad, claridad y capacidad de adaptación. Esto exige más que una figura con credenciales: exige una figura que entienda los códigos del siglo XXI.
El ejemplo de Omar Fernández es paradigmático. En menos de seis meses logró desplazar a su padre como la figura más atractiva de la Fuerza del Pueblo, sin ser candidato oficial y sin tener una maquinaria partidaria. Lo hizo con una estrategia moderna, constante y emocional, entendiendo que el liderazgo hoy no se impone, se construye día a día en redes, en narrativas, en interacción real. Es el tipo de fenómeno que Han describe como “el cambio de la razón argumentativa a la lógica del like”.
El PLD, aunque tiene historia, estructura y experiencia, no puede darse el lujo de repetir fórmulas del pasado. Las nuevas generaciones, que componen la mayor parte del electorado activo, se movilizan por causas, por discursos directos, por liderazgo visible y coherente en plataformas digitales. El 25.7% de los dominicanos, según la encuesta de VRA, hoy dice no simpatizar con ningún partido. Ese segmento está disponible para quien logre conectar emocionalmente. Pero no esperará eternamente.
No se trata de buscar un nombre que “cuadre en el momento”. Se trata de construir una narrativa que emocione, una figura que proyecte el futuro y no solo el pasado. Una candidatura que comprenda , que “quien no se adapta a la lógica de la infocracia, desaparece del radar de la atención pública”.
El PLD tiene con qué competir. Pero el problema no es elegir candidato hoy o mañana. El verdadero desafío es que quien se elija no sea un reflejo del ayer, sino un puente con el presente y el futuro.