La familia Macarrulla tiene un mal asesor, o está siendo asesorada de la peor manera. Así como suena, con todo y pleonasmo —y, si quieren, agréguenle la redundancia—, se han manejado malísimamente mal. En fin, todo está pésimo con ellos.
Y aunque ahora quieran desligarse del intento de censura al Listín Diario, lo cierto es que son el eje principal de tremenda metida de pata (aunque precisamente no hayan sido ellos), pues, como era de esperarse, han vuelto a circular los videos de Macarrulla hijo, involucrado en el caso Medusa, admitiendo los hechos que se le imputan.
El Listín Diario tiene 135 años de vida, más de lo que suman tres o cuatro generaciones de la familia Macarrulla. Por eso, no sabemos qué les hizo pensar (a quien lo hizo o a quienes lo hicieron) que podía pasar desapercibido semejante ultimátum a un medio que ha sobrevivido a dos intervenciones estadounidenses, una tiranía de 31 años, una guerra civil, una autocracia de 12 años y las crisis y vicios que propician la imperfecta democracia tercermundista y bananera.
Pretender silenciar a la prensa con presiones no solo es torpe, sino revelador. Demuestra una desconexión total con la historia, la institucionalidad y la opinión pública.
En tiempos donde la información fluye en segundos y la verdad se graba en video, amenazar a un periódico por hacer su trabajo es como tratar de tapar el sol con un colador.