Buenos Aires.- Poco antes de asumir la Presidencia de Argentina el 10 de diciembre, Javier Milei afirmó que dedicaría las 24 horas del día a funciones gubernamentales. Cien días después, el mandatario ha convertido sus redes sociales en una particular oficina y en un altavoz perfecto para su discutida gestión.
Milei surgió como una ‘rara avis’ política: un economista libertario con ideas disruptivas, capaz de llamar la atención de estratos muy diferentes del electorado y de romper con todas las normas establecidas.
Era imprevisible en todos los ámbitos donde desplegaba su extraño carisma. Inicialmente, su escenario predilecto fueron los platós de televisión, pero las redes sociales en especial X, entonces Twitter terminaron por sustituir a los medios tradicionales.
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«En el presidente hay preferencia por la efectividad», asegura a EFE César Murúa, profesor de análisis político en la Universidad Católica de Córdoba (Argentina), que considera que el mandatario tomó la decisión de «continuar con la misma estrategia (en redes sociales) que le llevó a instalarse como un personaje público y a ganar las elecciones».
Sin apenas estructura tras su figura, el presidente fía todo su capital político a sus llamativos mensajes y a una auténtica cascada de réplicas de publicaciones favorables a su gestión.
El contenido que publica es inabarcable para cualquier usuario y el ‘timeline’ de sus redes sociales parece no tener fin.
Milei coloca constantemente en las redes sociales fotografías suyas -debidamente editadas-; imágenes de leones libertarios generadas por inteligencia artificial o ‘memes’ muy agresivos con sus rivales políticos.
«Está utilizando estas herramientas como herramientas político-institucionales porque no cuenta con los recursos tradicionales», opina Murúa, que cree que el accionar de Milei y su Gobierno en las redes «debilita la calidad del sistema político» y aboga por la sustitución del diálogo por la confrontación.
Según el último informe del Foro de Periodismo Argentino (Fopea), el 40 % de los ataques a la libertad de expresión de los periodistas en Argentina proviene de Milei o de su entorno.
El proceso contra figuras en redes sociales es similar. Decenas de perfiles, anónimos pero muy activos, destrozan la imagen de alguien que manifiesta su oposición a Milei y posteriormente el presidente amplifica estos mensajes y los hace suyos.
En la mayoría de los casos, cuenta con la colaboración de varios miembros de su Gobierno. Uno de los más fieles es su portavoz, Manuel Adorni, calificado como «domador» de medios por los simpatizantes libertarios.
La cantante Lali Espósito, los gobernadores de la provincia de Chubut, Ignacio Torres, y de Buenos Aires, Axel Kicillof; o incluso colaboradores de su Gobierno, finalmente desahuciados del Ejecutivo por Milei tras un proceso de escarnio público en X, han sido víctimas de estas operaciones de acoso y derribo.
«De este Gobierno no quiero estar en contra porque toma represalias y es muy desagradable», aseguró el martes la popular y veterana actriz y presentadora de televisión Mirtha Legrand, que se mostró próxima a Milei durante la campaña, pero mantiene ahora una polémica con el dirigente por sus políticas de reducción de gastos culturales.
Según Murúa, los perfiles que potencian el discurso de Milei instalan una suerte de realidad paralela a la de la política tradicional. Publican informaciones extraoficiales con las que sondean el apoyo de los usuarios a posibles decisiones presidenciales. Si estas funcionan, el Gobierno de Milei las aplica.
Más allá de lo meramente político, Milei y sus colaboradores en el ámbito de las redes sociales favorecen la creación de algo parecido a un universo narrativo.
Los usuarios convierten en mitos eróticos a algunas de sus diputadas; disfrutan con el extraño y absurdo sentido del humor que generan las imágenes de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich; o popularizan palabras propias como ‘orcos’ (opositores) o ‘tsunami de chanes’ (para referirse a decisiones muy relevantes).
Lo que no funciona se descarta. Lo que tiene un mínimo éxito se explota hasta la extenuación.
Tras cumplir este martes sus primeros cien días en la Presidencia del país suramericano, Milei continúa ejerciendo un liderazgo furioso e hiperactivo en las redes sociales: una parte de su gestión que asegura llevar a cabo personalmente y a la que dedica de media unas dos horas y media al día, pero que ha alcanzado las cuatro algunos jornadas, según una web que monitorea su actividad virtual.